Graciela Magaña, una de las primeras consagradas del Regnum Christi
Graciela Magaña es hija del Sr. Neftali Magaña Magaña y Telmina Luna, siendo la segunda de 12 hijos que Dios concedió a este matrimonio. Se formó dentro de una familia de profunda fe, donde se inculcó siempre una rectitud de conciencia y amor a Dios.
Graciela es una de las primeras seis consagradas que hicieron las promesas de castidad, pobreza y obediencia para incorporarse al entonces llamado «tercer grado femenino». Lo realizó en compañía de Guadalupe Magaña (su hermana mayor), Margarita Estrada, Gualucha Portillo, María Teresa Peláez y Paulette Kneeland, por invitación del memorable P. Carlos Mora, L.C., quien las reunió un 15 de agosto de 1969 para que dieran el primer paso a su formación. De este modo, el ocho de diciembre del mismo año, emitieron sus promesas en la capilla del Centro Cultural Interamericano de Tlalpan en la Ciudad de México; “a partir de ahí, comenzó nuestra Vida Consagrada”, comentó Graciela.
El 24 de febrero de 1970, las primeras consagradas viajaron a Dublín, Irlanda, para iniciar la fundación del Centro de Formación, conociendo así a quien sería su primera directora, Lolita Medina, proveniente de las Islas Canarias. Dentro de sus inicios, el apostolado no fue sencillo, lo que las llevó a luchar día a día para difundir la labor y misión que Dios les encomendó, compartiéndola inicialmente con los sacerdotes que estaban en distintos lugares donde ya existía la Legión de Cristo, y después invitando a hermanas, familiares o conocidas de los legionarios.
“Se luchó, y se luchó mucho. Primero para entender lo que era un Movimiento en la Iglesia, después para que nosotras entendiéramos y discerniéramos qué éramos, si una sociedad o instituto, pero finalmente, descubrimos que eramos una sociedad apostólica de miembros del Regnum Christi, y gracias a Dios, hoy ya estamos en ello.”
Sentirse pequeñas e inseguras fueron parte de los sentimientos iniciales que tuvieron Graciela y las primeras consagradas, al no tener mucha capacitación y no saber qué debía hacer una consagrada ante cualquier obra. Sin embargo, el miedo nunca se apoderó de ellas, el amor de Dios les entregó fuerza e ingenio en el desempeño de sus apostolados. Como parte ejemplar de este gran reto, Graciela, a sus 25 años de edad fue partícipe de la fundación del Colegio CECVAC en Monterrey, siendo el primer colegio femenino del Regnum Christi en el mundo, mismo, en el que fungió como directora durante 14 años.
Dentro de sus apostolados, mencionó su colaboración con las mujeres latinas que formaban parte de la sección del Regnum Christi en Naples, Florida en Estados Unidos. Más tarde, Graciela tuvo la oportunidad de ir a Jerusalén donde apoyó en el Instituto Pontificio Notre Dame (Instituto de la Santa Sede), en el que contribuyó a promover las peregrinaciones y otorgar trabajo a los palestinos cristianos a causa de la Segunda Intifada (resistencia política en Palestina) objetivos establecidos por la Santa Sede. En poco tiempo, se lograron ver resultados favorecedores cumpliendo satisfactoriamente ambos objetivos.
Para Graciela Magaña, la consagración es una entrega total a Dios, sin importar los altos y bajos que se tengan; siempre ha mantenido latente el pensamiento honesto de que si el Movimiento sigue adelante, estará eternamente agradecida porque es la obra a la que Dios la ha llamado. Sin embargo, también tenía muy presente que si el Movimiento no llegaba a rendir los frutos esperados o no fuera aprobado por la Iglesia, su vida está consagrada a Dios y no a una obra o persona: “…mi vida consagrada pertenece a Dios. Soy totalmente de Dios”, afirmó.
La gran trayectoria que tuvo Graciela Magaña marcó puntos claves en la historia de las consagradas del Regnum Christi, que hoy en día, son acciones valoradas y de inspiración para todas aquellas que comparten la vocación y misión en el Regnum Christi y también aquellas mujeres que experimenten un llamado de Dios a este estilo de vida.
A esas mujeres, ella les comparte a través de su experiencia y conocimiento, el siguiente mensaje: “A todas aquellas mujeres que tengan el llamado de Dios, sean generosas. Correspondan haciendo un buen discernimiento. Piensen en que no se van a consagrar ni a una persona, ni a una institución, sino a Dios. Dios es el que llama. Dios es el que va marcando y poniendo los medios. Confía plenamente en que Dios es providente, que jamás nos va a abandonar y él es fiel”.