Jueves 1 de agosto de 2019 – Lo nuevo y lo antiguo.
San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia
H. Alexis Montiel, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, renuévame con tu gracia y dame tu bendición.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recogen toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?». Ellos le contestaron: «Si». Entonces él les dijo: «Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas».
Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En diferentes momentos nos hemos sentido un poco fastidiados de escuchar los evangelios siempre, en modo cíclico, de manera continua, al punto de llegar a arrutinarnos. Sin embargo, no hemos de despreciar lo que el Señor nos quiere hacer ver cada día; nos va dando tesoros nuevos con su palabra, pero con ello no desprecia lo anterior, sino que nos ayuda a realmente a acercarnos a su gracia. Y podemos pensar que ya hacemos mucho, sin embargo, no nos damos cuenta del gran valor que tienen las enseñanzas de Cristo. Olvidar las antiguas y buscar las nuevas, o aferrarse a las antiguas y despreciar las nuevas es incorrecto, pero el atesorar tanto los tesoros antiguos como los nuevos, y darse cuenta de que no están separados, es la tarea de todo cristiano.
Por otro lado, la segunda tarea es transmitir esas enseñanzas, dar esos tesoros. Los auténticos cristianos sacan sus tesoros de su infancia, sus catequesis de la infancia, sus experiencias como monaguillos, ayudantes de la Iglesia o simplemente como fieles que vivieron su fe en la infancia; pero si no los sacan del tiempo actual, no pueden ser testigos del Evangelio, pues el tesoro de hoy es tan importante como el de quince, veinte o cincuenta años atrás, pero tienen que estar los dos.
«No basta, por tanto, con encontrar un lenguaje nuevo para proclamar la fe de siempre; es necesario y urgente que, ante los nuevos retos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar esas novedades del Evangelio de Cristo que se encuentran contenidas en la Palabra de Dios, pero aún no han visto la luz. Este es el tesoro de las «cosas nuevas y antiguas» del que hablaba Jesús cuando invitaba a sus discípulos a que enseñaran lo nuevo que él había instaurado sin descuidar lo antiguo.» (Discurso de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ir a una Iglesia, recordar un tesoro antiguo y uno nuevo y transmitir la fe a partir de estos dos tesoros.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.