Jueves 1 de febrero de 2018 – Conciencia de ser enviado.
H. Cristian Gutiérrez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, la oración es el mejor medio que me has podido dar para entrar en contacto contigo. Tú me conoces mejor que nadie. Sabes bien qué es lo que más necesito, por ello te pido me lo concedas. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi amor por Ti. Señor, enséñame a orar como enseñaste a los discípulos. Pongo mi oración junto a la tuya, para que sea ofrenda por la salvación de las almas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.
Y les dijo: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos».
Los discípulos se fueron a predicar la conversión. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Sólo bastón y sandalias. Nada de pan, ni dinero, ni alforja ni otra túnica. ¡Curiosas indicaciones! A lo mejor me podría detener a meditar en estos consejos que das a los discípulos que envías a la predicación del Reino. Yo también pertenezco a tu Reino y por ello estos consejos son también para mí.
El bastón no es sólo para apoyarse en los largos trayectos que les esperan a tus discípulos. El bastón es también señal de autoridad y mandato. Lo recomiendas porque el bastón puede ser la señal externa para que reconozcan a los tuyos como embajadores enviados de parte tuya. Esto me recuerda una actitud importante del anunciador del Reino: conciencia de ser enviado.
Las sandalias parecen un elemento importante para todo caminante. No se puede ir descalzo. Recomiendas las sandalias porque ellas permiten caminar con facilidad, sin lastimarse y con más rapidez. Detrás del consejo de las sandalias puede ser que me estés recomendando la virtud del celo apostólico, esa pasión que me lleve a ir siempre por nuevos caminos, a caminar sin descanso, a no dejar de anunciar tu Reino. Sandalias para la perseverancia en la evangelización.
Los otros elementos son aquellos que me pides no llevar: ni pan, ni dinero, ni alforja, ni túnica de cambio. Detrás de ello se esconden mis más profundas necesidades personales, y por ello, son mis seguridades más inmediatas. La enseñanza que me quieres dar con ello es que confíe, que me abandone en tus manos y me deje guiar, proteger, alimentar, cubrir por tu providencia que no abandona a lo que se prestan como colaboradores tuyos.
Que estos consejos que me das hoy me ayuden a ser un mejor discípulo de tu Reino y me capaciten para llevar tu amor allí donde más se necesite.
«Eso es lo que significa ser enviado: seguir a Cristo, y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas. El Señor invitará a algunos de vosotros a seguirlo como sacerdotes, y de esta forma convertirse en “pescadores de hombres”. A otros los llamará a la vida religiosa, a otros a la vida matrimonial, a ser padres y madres amorosos. Cualquiera que sea vuestra vocación, os exhorto: ¡sed valientes, sed generosos y, sobre todo, sed alegres!»
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy procuraré hablar de Jesús o del Evangelio a alguien conocido.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.