Jueves 1 de marzo de 2018 – Levantar la mirada.
H. Cristian Gutiérrez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor que me escuchas, me ves y me hablas en este rato de oración. Sé que quieres estar conmigo en este momento de intimidad. Eres mi Dios, el sentido de mi vida, el motivo de mi existir. Me confío en tus manos que nunca me abandonan y siempre me brindan lo mejor. Te amo, pero quiero corresponder con más fidelidad a tu amor. Ayúdame a ser un buen apóstol tuyo y a seguir preparándome bien para esta Semana Santa que se acerca.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
Entonces grito: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.
El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’ ”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Cielo. Tal vez me quieres recordar en este Evangelio esta palabra tan olvidada hoy. A veces vivo mi vida sin pensar que me llamas al cielo, a la felicidad eterna, a estar para siempre a tu lado.
Me puede pasar como el rico de esta parábola que vive sumergido en las cosas de este mundo. Vivía para banquetear, vestir a la moda, salir de fiestas todos los fines de semana, comprar en exceso, desperdiciar lo que se tiene, olvidando otras prioridades y no compartiendo con el necesitado. Estaba tan metido y ocupado en sus asuntos y descansos, que nunca se detuvo a mirar al que estaba a su lado y que parecía menos afortunado que él.
Quizá, yo también sólo tengo mi mirada en este plano horizontal. ¿Cuántas veces miro el cielo? ¿Qué pienso cuando lo veo? ¿Me lleva a imaginarme allí, contigo, en la eternidad, feliz para siempre?
Alzar la vista de las cosas de este mundo es la idea que tal vez me quieras mostrar. No todo es vestir, comer, disfrutar, comprar, gastar, descansar… hay un más allá que me espera, al que me invitas. No estoy creado sólo para este mundo.
A veces cuando leo este pasaje, más que pensar en el cielo, pienso en el infierno. Pero es que tampoco para el infierno he sido creado. Ese sí que menos. El más allá no es sólo el infierno. Tú no me intimidas, me amas. No me amenazas, me orientas. Ayúdame a descubrir que me pensaste feliz, en tu casa celestial, y me enseñaste cómo llegar allá desde este mundo. Las pistas son claras: el amor a Ti, el amor a los demás, y el amor correcto a mí mismo.
Ayúdame en este tiempo de Cuaresma a levantar la mirada, a creer que sí existe el más allá donde me esperas, donde te veré tal cual eres. Ayúdame a seguir tus pistas para que, recorriendo el camino de este mundo, me oriente hacia mi patria, hacia la casa celestial donde seré feliz por la eternidad.
«Sintonizar con Dios, para ver lo que él ve: Él no se queda en las apariencias, sino que pone sus ojos “en el humilde y abatido”, en tantos pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace fingir que no nos damos cuenta de Lázaro que es excluido y rechazado. Es darle la espalda a Dios. ¡Es darle la espalda a Dios! Cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar, estamos ante un síntoma de esclerosis espiritual.»
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, en algún momento del día, me detendré a mirar el cielo por un instante para descubrir qué suscita en mí esta experiencia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.