Jueves 10 de enero de 2019 – Una mirada dice más que mil palabras.
H. Jorge Alberto Leaños García, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, mis pensamientos y sentimientos pueden no ser siempre los tuyos. Ayúdame para que, en este pequeño momento, pueda identificarme más con lo que Tú quieres de mí y así pueda llegar a ser lo que Dios quiere de mí y hacer todo aquello que pueda reflejar mis más profundas convicciones.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 14-22
En aquel tiempo, impulsado por el Espíritu, Jesús volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región.
Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito:
El espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: «Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».
Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
No se oyen palabras de un simple hombre que lee en voz alta sino que, aquello que proclama, transmite un mensaje de esperanza y libertad. El mensaje se queda clavado en nuestros oídos y penetra en la intimidad de nuestra persona. Así, millones y billones de miradas se concentran sobre un mismo punto. Hay un solo mensaje, unas mismas palabras y, sin embargo, hay historias tan diversas detrás de cada mirada.
Algunos ven a este Hombre con una actitud de gratitud por haber sentido un momento de consuelo. Otros, manteniendo una mirada sencilla, no hacen más que contemplar. También se encuentran las miradas cansadas que amenazan con apagarse, pero que no pierden la esperanza y no quieren dejar de esperar.
Hay otra postura de fondo al mantener una mirada. Son los que demuestran desprecio e indiferencia, por pensar que las palabras de este hombre no pueden cambiar la realidad. Las miradas egoístas y soberbias que tan sólo desean verse en un espejo. No se pueden ignorar esas miradas cargadas de odio, rencor, incomprensión…
En fin, una mirada dice más que mil palabras, refleja lo que llevo dentro y descubre las aspiraciones más íntimas. Así, nos damos cuenta de lo que deseamos y, más aún, revela a los demás mis convicciones, mis principios, mis certezas que son testigos de la fe que llevo dentro.
Una última cosa; recordemos cuánto se agradece el ver una mirada pura, sencilla, sincera…
«Precisamente “hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora. Este “hoy” proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue “bajando” para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión.»
(Jornada de oración por las vocaciones, S.S. Francisco, 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré ver a Cristo en la Eucaristía con espíritu de libertad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.