fe y amor.

Jueves 11 de febrero de 2021 – El amor y la fe de una madre.

Nuestra Señora de Lourdes

H. Francisco J. Posada, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hoy me postro delante de Ti, Señor; quiero pedirte algo, pero ni siquiera sé cómo. Ayúdame a reconocer que todo lo que haga es para tu gloria y que tu gloria es mi felicidad. Señor, aumenta mi fe.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30

En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.

Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.

Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Quién le puede negar a una madre algo que pide para su hija? En cierta medida, ni siquiera Dios porque lo pide con fe y amor. Dios nos quiere ayudar, solo necesitamos aprender a pedir su socorro porque nosotros mismos no sabemos cómo pedir su gracia; nos lo dice san Pablo cuando invita a los cristianos a dejar que sea el Espíritu Santo el que hable por nosotros.

El corazón de Jesús se mueve porque ve la necesidad de la madre que le pide ayuda para su hija. Hoy creo que esta situación se repite por el gran número de mujeres que sufren y necesitan ayuda, su sufrimiento es de muchos tipos y la realidad es compleja. No nos podemos librar de los espíritus malignos que acechan nuestras vidas y, de especial manera, a las mujeres como parte esencial de la familia. Hay que mostrarles el camino y la forma para pedirle a Dios que esté presente en sus vidas.

Al inicio, Jesús se muestra como alguien que no le va a ayudar ya que no es parte del pueblo escogido. Como hay un solo Dios, quien no cree en Él no puede beneficiarse de sus dones, pero el amor de Dios no tiene límites, la madre del Evangelio se presenta como una persona que está convencida del poder de Jesús; no hace todo lo que hacen los seguidores de Cristo, pero sabe quién es Él en lo más profundo. La fe es estar convencido de que Dios se hace presente en mi vida y quiere ayudarme, sin importar que haya hecho o cuán lejos me encuentre de Él.

 

«“Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Con estas palabras esta madre demuestra haber intuido que la bondad del Dios Altísimo, presente en Jesús, está abierta a toda necesidad de sus criaturas. Esta sabiduría plena de confianza toca el corazón de Jesús y le arrebata palabras de admiración: “Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas”. ¿Cuál es la fe grande? La fe grande es aquella que lleva la propia historia, marcada también por las heridas, a los pies del Señor pidiéndole que la sane, que le dé sentido. Cada uno de nosotros tiene su propia historia y no siempre es una historia limpia; muchas veces es una historia difícil, con muchos dolores, muchos problemas y muchos pecados. ¿Qué hago, yo, con mi historia? ¿La escondo? ¡No! Tenemos que llevarla delante del Señor: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!” Esto es lo que nos enseña esta mujer, esta buena mujer: la valentía de llevar la propia historia de dolor delante de Dios, delante de Jesús; tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús. Hagamos, nosotros, la prueba de esta historia, de esta oración: cada uno que piense en la propia historia. Siempre hay cosas feas en una historia, siempre. Vamos donde Jesús, llamamos al corazón de Jesús y le decimos: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. Y nosotros podremos hacer esto si tenemos delante de nosotros el rostro de Jesús, si nosotros entendemos cómo es el corazón de Cristo: un corazón que tiene compasión, que lleva sobre sí nuestros dolores, que lleva sobre sí nuestros pecados, nuestros errores, nuestros fracasos.»

(Ángelus de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar por las madres que sufren a causa de los padecimientos de sus hijos.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Comparte: