Jueves 13 de abril de 2023 – «Mirar, tocar, contar»
Paulina Tena González Méndez, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por el regalo de un nuevo día. Gracias porque puedo tener este tiempo para elevar mi pensamiento a ti. Sé que estoy en tu presencia, confío en tu acción durante este tiempo de oración. Te regalo con todo mi cariño y gratitud por ser un Dios de vida. Que esta oración sea para tú Gloria, permíteme interceder por… (di aquí el nombre de la persona por la que quieras rezar)
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Tocadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Qué fuerte, Jesús, que para que creamos que eres tú nos pidas que miremos tus manos y tus pies! Resucitado con cuerpo glorioso, quisiste conservar la firma de tu amor: tus llagas. Quién más que Tú ha dado así la vida por mí. Cuando experimente alegría, vida, salvación, perdón permíteme hacer presente tu cruz, para que nunca olvide que todo lo que recibo es gracias a ti.
Y dices: “tóquenme” … ¡cómo quisiera! Pero ahora mientras camino el cielo en la tierra lo hago mediante la fe, la esperanza y el amor. Sí, sí te puedo tocar cuando me dejo invadir de tu amor. Te toco cuando veo tu mano detrás de lo que pasa en mi vida. Te toco cuando me confío y te permito mostrarme tu fidelidad. Te toco en mi hermano, en tu providencia, en la oración, en tu gracia.
Soy bendecido, te conozco y reconozco vivo. Te he mirado y te he tocado resucitado. El inicio del Evangelio comienza con esta frase: “contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al…”. En esto que queda de oración quiero completar la frase. Trae a mi mente momentos en los que me has salido al encuentro y te he reconocido. Estamos en un tiempo de testimonios, soy evangelizador desde el testimonio de lo que vivo contigo. ¡Quiero contar con sencillez y humanidad lo que me ha pasado en el camino de mi vida, por qué te sigo y cómo te he podido reconocer!
«Sólo Él tiene hoy el derecho de anunciarnos la paz. Sólo Jesús, porque lleva las heridas, nuestras heridas. Esas heridas suyas son doblemente nuestras: nuestras porque nosotros se las causamos a Él, con nuestros pecados, con nuestra dureza de corazón, con el odio fratricida; y nuestras porque Él las lleva por nosotros, no las ha borrado de su Cuerpo glorioso, ha querido conservarlas consigo para siempre. Son un sello indeleble de su amor por nosotros, una intercesión perenne para que el Padre celestial las vea y tenga misericordia de nosotros y del mundo entero. Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener paz, estar en paz, vivir en paz». (S.S. Francisco, Mensaje Urbi et Orbi 2022).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Si te es posible, comparte con alguien algo que Dios haya hecho por ti. (Post, conversación, etc.)
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.