Grande

Jueves 13 de diciembre de 2018 – Dar razones de nuestra fe.

Santa Lucía, virgen y mártir

H. José Alberto Rincón Cárdenas, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme ser testimonio vivo de tu misericordia.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habrá de venir. El que tenga oídos que oiga».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Por qué pone Jesús al Bautista como el más grande entre los nacidos de mujer? ¿Será acaso que tenía poder, o bien que tenía riquezas, o que era exitoso? Nada de eso. De Juan sabemos que vestía con una rudimentaria piel de camello y se alimentaba de insectos y miel. ¡Difícilmente un hombre de peso en su sociedad!

Sin embargo, era en efecto más grande que cualquier otro. La razón no es otra que la misión para la que fue elegido. Muchos profetas hubo, y grandes portentos hicieron; mas sólo a Juan el Bautista estaba confiada la tarea de allanar el camino para el Señor.

Juan es grande porque gracias a él ha llegado el mensaje de conversión; es grande porque, debido a su predicación, muchos corazones se orientaron a Dios; es grande porque Cristo es infinitamente más grande, y a él le correspondió el honor de preparar su llegada, incluso de bautizarle.

Pero hay un motivo más por el que Juan es grande, y ése es el que debe también inundar nuestras vidas. Juan es grande, simplemente porque cumplió lo que Dios le pidió que hiciera: ser profeta del Altísimo. ¿Qué me pide Dios a mí? ¿De qué forma espera Él que yo sea su profeta, su mensajero, en mi realidad cotidiana? ¿Cómo estoy yo llevando a Dios a mi vida, a mi familia, a mis amigos, a mi trabajo? Si nos dedicamos tan sólo a cumplir la voluntad de Dios, y a hacerlo por amor, quizás Juan el Bautista no habrá sido el único grande al final de los tiempos.

«Es algo sorprendente, habían estado con Juan, sabían que era un hombre bueno, más aún, el mayor de los nacidos de mujer, como Jesús lo define, pero él no era el que tenía que venir. También Juan esperaba a otro más grande que él. Juan tenía claro que no era el Mesías sino simplemente quien lo anunciaba. Juan era el hombre memorioso de la promesa y de su propia historia. Era famoso, tenía fama, todos venían a hacerse bautizar por él, lo escuchaban con respeto. La gente creía que era el Mesías, pero él era memorioso de su propia historia y no se dejó engañar por el incienso de la vanidad.
Juan manifiesta la conciencia del discípulo que sabe que no es ni será nunca el Mesías, sino sólo un invitado a señalar el paso del Señor por la vida de su gente.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En mi examen de conciencia reflexionaré sobre lo mucho que Dios me ha confiado y cómo deseo corresponderle.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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