mujer

Jueves 13 de febrero de 2020 – Los tiempos de Dios.

H. José Alberto Rincón, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que cada día me esfuerce por conocerte mejor para amarte como Tú lo deseas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30

En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.

Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.

Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Si Jesús hubiera esperado a los tiempos modernos para encarnarse, podemos imaginarnos muy claramente cómo habrían sido criticadas sus declaraciones públicas. Los medios de comunicación habrían disfrutado llenando planas de información con ello. «Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos.» ¿Acaso ha comparado al hombre con los animales? ¿Acaso ha denigrado a la persona con la que estaba hablando? ¿Acaso se atrevió a afirmar que los animales no merecen nuestro cuidado?
Tal es el fruto de una mentalidad que se dedica exclusivamente a buscar lo criticable, en vez de reconocer lo admirable. No se trata aquí de decidir si somos o no tolerantes con las palabras de Jesús, ¡faltaba menos! Se trata de aceptar que esas palabras están ahí por una razón, y que Él no escatimó esfuerzos por dejarnos claro el mensaje de la salvación. Sí, ciertamente Jesús no habría sido una persona políticamente correcta bajo nuestros estándares.
¿Qué nos dice, entonces? ¿Que la insistencia de la mujer siro-fenicia bastó para convencerlo? ¿Que le concedió el milagro de la liberación de su hija porque le ganó el argumento? Todo ello son criterios humanos; por muy entretenidos que sean, no pueden arrojar luz sobre el asunto. La luz viene de dentro, del mismo texto. ¿Qué hizo la mujer antes de hablar? Fue a buscarlo y se postró. Después vino la insistencia, la súplica, el ruego; primero, no obstante, estuvo la adoración, reconociendo que estaba delante de alguien más grande que ella.
¿Y nosotros? Quizás nos acercamos a Jesús con la actitud propia de nuestro tiempo la mayoría de las veces. Exigimos respuestas, imponemos esquemas, delimitamos cursos de acción. Él nos ve y con razón se rehúsa a consentir nuestro egoísmo. ¡Cuántas veces olvidamos ponernos de rodillas! Humildad, ante todo, que sólo a quien se abaja pueden llegarle las migajas de la mesa de los hijos.

«En el Evangelio también aparece otra mujer valiente que no usa la persuasión, no usa el regateo, no usa la insistencia silenciosa. Es la cananea que pide la curación de su hija, atormentada por un demonio. Al principio Jesús le dice que había sido enviado sólo para el pueblo de Israel: no es bueno tomar el pan de los hijos y tirarlo a los perros. Y ella no se asusta e insiste diciendo a Jesús que hasta los perros comen migajas que caen de la mesa de sus patrones. Esta mujer “no se asusta” y obtiene lo que quiere. […] Se necesita mucho valor para rezar así. Y nosotros somos tibios tantas veces. Alguno dice: “Reza porque tienes este problema, aquel otro…”. “Sí, sí, digo dos Padrenuestros dos Ave Marías, y me olvido…”.  No, la oración del papagayo no va. La verdadera oración es ésta: con el Señor. Y cuando yo debo interceder, debo hacerlo así, con coraje. La gente, en el discurso común, utiliza una expresión que me dice mucho, cuando quiere llegar a algo: “Haré lo mejor que pueda”. En la oración de intercesión, esto también es cierto: “Haré lo mejor que pueda”. El valor para seguir adelante. Pero quizás venga la duda: “Yo hago esto, pero ¿cómo sé que el Señor me escucha?”.  Tenemos una seguridad: Jesús. Él es el gran intercesor.»
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2019, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pondré confiadamente en las manos de Dios aquella dificultad que encuentre el día de hoy en mi camino, esforzándome por no reprocharle la forma en que decida atenderla.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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