Jueves 18 de noviembre de 2021 – «Las lágrimas son de amor»
H. Luis Alejandro Huesca Cantú, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te alabo y te bendigo porque eres tan bueno conmigo. Te pido que vengas a mi corazón. Derrama en él tu santa paz y tu divino amor. Sagrado Corazón de Jesús, confío en ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy nos invita a contemplar a un Dios que se ha hecho carne, que siente como nosotros sentimos y que también sufre como nosotros sufrimos. Hace unos años tuve la oportunidad de visitar el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Era sábado. Amaneció nublado, pero parecía que el sol se iba a ir abriendo paso entre las nubes. Un grupo de jóvenes universitarios viajamos desde Cracovia durante 2 horas hasta el antiguo campo de concentración. Primero visitamos el campo de Auschwitz. Ahí, entramos al lugar donde murió San Maximiliano Kolbe, sacerdote polaco, que ofreció su vida para salvar la de un padre de familia.
Después, tomamos un pequeño autobús que nos acercó al inmenso campo de Birkenau. Era enorme. Cientos de barracas. Era impactante pensar que ahí, hace 80 años, miles de judíos entraban sin ser considerados personas dignas de ser amadas. La mayoría de ellos eran enviados directamente a las cámaras de gas. ¡Qué tristeza! ¡Cómo el hombre es capaz de hacer esto a sus propios hermanos! Al final del día, las nubes reclamaron su espacio. Se apretujaron sobre los campos de concentración y empezaron a llorar. El día terminaba con una lluvia que parecía gritar. De hecho, parecía que Dios lloraba. Sí, Dios lloraba, como en el Evangelio del día de hoy.
Dios también llora. Dios también sabe llorar. El Evangelio de hoy nos recuerda que Dios también llora ante el mal y ante los corazones que no se abren a su amor. Y si Jesús lloró, ¿por qué no lloramos también nosotros? Las lágrimas son de amor. Una madre llora porque ama a sus hijos, así de la misma manera Dios llora porque nos ama profundamente y no hemos respondido a su amor.
«Cada uno de nosotros tiene sus propias historias. Cada uno de nosotros tiene sus propios pecados. Y si no los recuerda, que piense un poco: los encontrará. Agradece a Dios si los encuentras, porque si nos los encuentras, eres un corrupto. Todos tenemos nuestros pecados. Miremos al Señor que hace justicia pero es tan misericordioso. No nos avergoncemos de estar en la Iglesia: avergoncémonos de ser pecadores. La Iglesia es la madre de todos. Agradezcamos a Dios que no seamos corruptos, que somos pecadores. Y cada uno de nosotros, mirando cómo actúa Jesús en estos casos, confíe en la misericordia de Dios. Y rece, confiando en la misericordia de Dios, pida el perdón». (S.S. Francisco, Homilía, 30 de marzo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy puedes llamar a tus abuelos, para saludarlos y escucharlos. También puedes detenerte un momento con alguien que necesite ser escuchado y consolado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.