Jueves 19 de agosto de 2021 – Una invitación.
H. César Adrián Hernández Morales, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, permíteme encontrarme contigo y compartir la alegría de ser hijo de Dios.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.
Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Padre nos invita a estar en la fiesta de su Hijo, a compartir su alegría, a gozar con Él. Esta alegría es la alegría de ser hijos de Dios, de sabernos partícipes del amor del Padre y de poder entrar en su presencia.
Cada momento de oración a lo largo del día es una oportunidad que el Padre me da de entrar en su presencia y de sentirme alegre por el hecho de ser hijo suyo, a imagen de Cristo. Cada momento de oración es un encuentro personal con Dios. Es un encuentro que debe estar lleno de confianza filial, en el cual me dejo ver por Dios tal cual soy.
Lo único que me impide meterme en oración, en esta relación con Dios es el pecado. El pecado que rompe mi relación con Dios porque voluntariamente escoge algo diferente a Dios, escoge alejarme de Él. El Padre respeta mi libertad y aunque le duele verme lejos de su presencia, Él me da el espacio y el tiempo para que yo decida regresar a Él y ponerme las ropas de fiesta que recibí en mi bautismo.
«Este hombre había aceptado la invitación, pero luego decidió que no significaba nada para él: era una persona autosuficiente, no tenía deseos de cambiar o de dejar que el Señor lo cambiase. El traje de boda —ese chal— simboliza la misericordia que Dios nos da gratuitamente, es decir, la gracia. Sin la gracia no se puede dar un paso adelante en la vida cristiana. Todo es gracia. No basta con aceptar la invitación a seguir al Señor, hay que estar dispuestos a un camino de conversión que cambia el corazón. El hábito de la misericordia, que Dios nos ofrece sin cesar, es un don gratuito de su amor, es precisamente la gracia. Y requiere ser acogido con asombro y alegría: “Gracias, Señor, por haberme dado este don”.»
(Angelus S.S. Francisco, 11 de octubre de 2020)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy buscaré tener un pequeño momento extra de oración.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.