Jueves 19 de noviembre de 2020 – Me acompaña siempre.
H. César Adrián Hernández Morales, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, concédeme experimentar y agradecer tu paciente misericordia para conmigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó:
«¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Una característica de la misericordia divina es la paciencia. Jesús conoce mis debilidades, mi miseria, mis dificultades. También conoce lo que necesito cambiar, en dónde tengo que cambiar. Él conoce mi esfuerzo y mi deseo de cambiar.
Él sabe de mis luchas y lo mucho que me cuesta cambiar mis defectos; de dejar ese pecado que lleva tiempo sobre mí. Él sabe que confío en su gracia. Él sabe mi gran deseo es la santidad. Pero por otro lado están mis caídas, las incontables veces que he tenido que ir a confesión, las veces en que no he sido fiel a mi amor hacia Dios.
Cristo no desespera. Es paciente conmigo. Me da el tiempo necesario para cambiar. Sobre todo, me acompaña en la lucha, no me deja solo. Por mucho que lo defraude al no salir de un pecado o de un vicio, Él siempre está conmigo y yo nunca estoy solo.
Él me espera, es paciente. Camina conmigo y me acompaña. Me recuerda qué es lo que tengo que cambiar, pero siempre paciente, jamás perdiendo la esperanza en mí y, sobre todo, su amor por mí.
«Y Jesús sintió dolor por la enfermedad y la muerte de su amigo. Llegó a la tumba y, se conmovió profundamente y muy turbado, preguntó: “¿Dónde lo habéis puesto?”. Y Jesús estalló en lágrimas. Jesús, Dios, pero hombre, lloró. En otra ocasión en el Evangelio se dice que Jesús lloró: cuando lloró por Jerusalén. ¡Y con cuanta ternura llora Jesús! Llora desde el corazón, llora con amor, llora con los suyos que lloran. El llanto de Jesús. Tal vez, lloró otras veces en la vida —no lo sabemos— ciertamente en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús llora por amor, siempre. Se conmueve profundamente.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy seré paciente conmigo mismo cuando me dé cuenta que he hecho algo mal.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.