cimentada

Jueves 2 de diciembre de 2021 – «Adviento, tiempo de esperar al restaurador»

Daniel Arroyo, LC

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias Señor porque me permites tener este momento para estar contigo, este momento para recordar lo que es realmente importante. Pongo en tus manos todas las cosas que llevo en el corazón. Te doy mis alegrías y mis tristezas, mis preocupaciones y tareas pendientes. Quiero dedicarte este momento solo para nosotros dos. Creo que estás aquí porque Tú lo prometiste así. Confío en ti porque nunca me has abandonado aun cuando no te siento. Te amo, pero ayúdame a sanar este corazón que no siempre te lo demuestra.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Nos gustaría sentirnos identificados con el hombre prudente. Nos gustaría ser siempre esa casa contra la que soplan los vientos, suben los ríos, pero no se hunde. Sin embargo, sabemos que no ha sido así, que muchas veces hemos decidido cimentar nuestra vida sobre cosas que -aunque a veces son buenas- no son Cristo. Tantas veces hemos repetido con San Pablo “… no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo” (Rom 7,19).

Cristo conoce nuestra debilidad, pero también nuestro deseo. Por eso no se cansa de darnos una nueva oportunidad. Éramos casas arrasadas, perdidas, sin esperanza de restauración, hasta que Cristo vino a la tierra, no solo para enseñarnos cómo cimentar nuestra vida, sino para restaurarnos cuando lo necesitáramos. Esta esperanza es la que nos trae el Adviento. El Adviento es el tiempo en el que recordamos que estamos a la espera. Estamos a la espera de Alguien que nos restaure, que nos reedifique sobre base sólida, Alguien que nos sostenga. La pregunta es si cada uno le quiere recibir. Hemos cimentado nuestras vidas sobre tantas cosas: mi dinero, mi imagen, mis propias fuerzas, mis proyectos, mis… cosas que tarde o temprano caerán. Decidámonos este inicio de Adviento a dejar entrar a Cristo. Decidámonos a vivir seguros en Él.

«A través de la oración sucede como una nueva encarnación del Verbo. Y somos nosotros los “tabernáculos” donde las palabras de Dios quieren ser acogidas y custodiadas, para poder visitar el mundo. Por eso es necesario acercarse a la Biblia sin segundas intenciones, sin instrumentalizarla. El creyente no busca en las Sagradas Escrituras el apoyo para la propia visión filosófica o moral, sino porque espera en un encuentro; sabe que estas, estas palabras, han sido escritas en el Espíritu Santo y que por tanto en ese mismo Espíritu deben ser acogidas, ser comprendidas, para que el encuentro se realice». (S.S. Francisco, Catequesis del 27 de enero de 2021).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Este inicio de Adviento voy buscar un momento de la semana para visitar el Sagrario y poner en manos de Cristo Eucaristía mi vivencia de este tiempo especial.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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