el fuego

Jueves 21 de octubre de 2021 – «¿Qué tipo de fuego?»

H. Daniel Arroyo, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te adoro por todos los beneficios que mes has dado, especialmente por haberme creado hijo tuyo. Permíteme encontrarme contigo durante este momento y dame la gracia que necesito para seguirte. Amén.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Señor nos suele sorprender con sus palabras y hoy no es la excepción. En nuestras medidas, el fuego es un elemento al que hay que temerle porque destruye lo que toca. Sin embargo, el fuego del Señor no es destructor.

El fuego del Señor es, primero, purificador. Exponernos a él nos duele porque se lleva una parte de nosotros cada vez que nos toca. Sin embargo, como el fuego separa y limpia los metales, el fuego del Señor nos forja para nuestro bien.

Al fuego de Dios se le puede encontrar en las circunstancias más ordinarias, se reaviva fácilmente y se puede transportar. Sólo hace falta nuestra voluntad para hacerlo.

El fuego no se gasta al compartirlo, se extiende. Así es con Dios, al compartir nuestra experiencia de Él no disminuimos su Reino, lo extendemos. La experiencia de Dios es un fuego que caldea nuestro corazón y nos impulsa a compartirlo a los demás.

«Cada celebración de la eucaristía es un rayo de ese sol sin ocaso que es Jesús resucitado. Participar en la misa, en particular el domingo, significa entrar en la victoria del Resucitado, ser iluminados por su luz, calentados por su calor. A través de la celebración eucarística el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal. Y en su paso de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el Señor Jesús nos arrastra también a nosotros con Él para hacer la Pascua. En la misa se hace Pascua. Nosotros, en la misa, estamos con Jesús, muerto y resucitado y Él nos lleva adelante, a la vida eterna. En la misa nos unimos a Él. Es más, Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Él». (S.S. Francisco, Audiencia general del 22 de noviembre de 2017).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Que hoy mis palabras y mis obras hagan a la gente decir: tiene el fuego de Dios. Porque me expreso con respeto, con caridad, etc.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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