en la oración te acompaño

Jueves 21 de septiembre – No sé orar.

San Mateo, apóstol y evangelista

H. Hiram Samir Galán Jaime, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Quiero dejarme amar…Te conozco desde antes que nacieras, se tu historia conozco tus problemas. Se de tus heridas y de tu pasado y aun así te amo. Solo abandónate en mis brazos, confía en mi amor que lo puede todo… Jesús
Señor, vengo el día de hoy a encontrarme contigo en la oración. Quiero estar un rato contigo y estar atenta a tu voz. Yo, como Mateo, necesito dejar atrás mis pecados y egoísmos, cambiar de estilo de vida, levantarme y seguirte. Ayúdame a lograrlo con la ayuda de tu gracia.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando se abandona la oración, uno de los motivos principales suele ser que creemos que no sabemos orar. O que ya no sentimos nada en la oración por lo tanto no la estamos haciendo bien. Y por consecuencia decimos: «No sabemos orar».
¿Cuál es la razón de fondo de esta concepción? Que olvidamos que la oración es más divina que humana, por ello, no podemos medirla con parámetros humanos.
En la oración no importa tanto que hago yo, o preocuparme qué hace «Él» en mi alma. Se trata de estar con Él. Sólo y sencillamente estar con Él.

Pero es que soy súper pecador, por eso no puedo hacer oración bien hasta que no sea más santo. Pues olvídate de la santidad porque el camino de la misma empieza con la oración. No es el santo que necesita tanto de la oración sino el pecador. El enfermo es quien necesita la medicina con mayor urgencia.

Jesús aquí estoy, no sé orar. Quiero saber qué me dice este Evangelio a mí, pero llega un momento en que ya no tengo ideas. Ayúdame a comprender que la oración no consiste tanto en pensar y tener bellas ideas, sino sólo en hacerte compañía; estar a solas contigo y amarte con mi presencia.

«“Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Cuando leo esto me siento llamado por Jesús, y todos podemos decir lo mismo: Jesús ha venido por mí. Cada uno de nosotros.
Este es nuestro consuelo y nuestra confianza: él siempre perdona, cura el alma siempre, siempre. “Pero yo soy débil, voy a tener una recaída…”, Jesús te levantará, te curará siempre. Este es nuestro consuelo, Jesús vino por mí, para darme fuerzas, para hacerme feliz, para que tuviera la conciencia tranquila. No tengáis miedo. En los malos momentos, cuando uno siente el peso de tantas cosas que hicimos, de tantos resbalones en la vida, tantas cosas, y se siente el peso… Jesús me ama porque soy así.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré un buen lugar para hacer mi oración y conseguiré una imagen de la Santísima Virgen o del Sagrado Corazón para que cuando llegue la distracción pueda contemplar la imagen y llevar de nuevo mi alma a Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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