Jueves 22 de septiembre de 2022 – «Rutina, curiosidad, temor, ¿qué predomina en mi relación con Cristo?»
Cristian Gutiérrez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te agradezco de manera especial el don de la vida. Gracias por haberme llamado a la existencia. Te agradezco los dones, gracias y beneficios que me has dado desde que nací hasta este momento. Dame la gracia de conocerte, amarte, experimentarte e imitarte más y más. Inflama mi corazón de amor por ti y por tu Reino. Ayúdame a serte fiel y a vivir mi vida de cara a la eternidad a la que me invitas para ser feliz contigo para siempre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?”. Y tenía curiosidad de ver a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El rey Herodes se había informado muy bien. Dice el pasaje que conocía todos los prodigios que hacías y no sabía a qué atenerse. Insinúa la admiración que provocabas en él. Dame la gracia, Señor, de no acostumbrarme a meditar y contemplar tu vida. Toda ella es un milagro de amor para mí. De verdad que no ha habido nadie en la historia de la humanidad que haya hecho lo que Tú hiciste en tu paso por este mundo. Dame el don del asombro.
Puede ser que me haya acostumbrado a escuchar que das la vista a los ciegos y voz a los mudos, limpias a los leprosos, levantas a los paralíticos y resucitas a los muertos. Tal vez ya no me sorprende que multipliques los panes, que camines sobre el mar o que con una palabra calmes una tormenta. Todo ha pasado a ser información, ideas, imágenes… pero ¡es realidad! No es fácil encontrar a alguien así. Basta detenerme en cada uno de estos milagros para de verdad sorprenderme de lo maravilloso que es. No es tan fácil presenciar que un ciego vuelva a ver, que un mudo hable o un muerto resucite. Sería noticia. Pero hasta ahora pocos hechos similares han ocurrido. Que no me acostumbre, Señor, a tu Evangelio.
«Y tenía curiosidad de ver a Jesús». Bastante sugestivo este final. Curiosidad. Y lo puedo unir a lo anterior. Es muy bueno tener esa sana curiosidad por conocerte más, conocerte mejor. Tú eres una fuente inagotable de la que siempre puedo sacar más agua sin que se acabe. Dame esa curiosidad de escarbar tus palabras, de escrutar tus acciones, de seguir tus pasos, de imitar tu vida. Que no me quede como Herodes sólo en la curiosidad. Que el Evangelio de mi vida no termine en que tuve curiosidad… y punto final. Sino que se pueda decir: «Tuvo curiosidad de conocer a Jesús, y lo conoció y lo experimentó y le amó hasta dar su propia vida para que muchos también lo conocieran y lo amaran».
«La gente hablaba de Jesús porque su nombre se había hecho famoso. Todos hablaban y se preguntaban quién sería él realmente. Y así uno decía: “Es uno de los profetas que ha regresado”. Y otro: “Es Juan Bautista que ha resucitado”. El hecho es que ante Jesús la gente se quedaba con curiosidad. Mientras que el rey Herodes era temeroso, angustiado porque era perseguido por el fantasma de Juan a quien él había mandado matar».
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de febrero de 2016, en Santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Al final del día examinaré y agradeceré los beneficios que Dios me brindó hoy.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.