Jueves 23 de marzo de 2023 – «Las obras que yo hago…»

Paulina Tena González Méndez, CRC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, Padre bueno, tú me conoces profundamente sabes cuánto deseo amarte y que seas amado, por eso estoy aquí, para dejarme hacer por ti. Te bendigo por permitirme estar en tu presencia en este momento de oración, confío en tu acción. Háblame según tu corazón. Te ofrezco esta oración por la instauración de tu Reino y por… (di aquí alguna intención que tengas). Te pido que tus obras se puedan manifestar en mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Soy tu apóstol, quiero hacer presente tu Reino, pero en muchos momentos experimento las mismas dificultades que Tú tuviste al estar en el mundo. La gente no creía en ti, ni en tus palabras; hoy experimento lo difícil que es hablar de ti y pronunciarme como seguidor tuyo. Pero me muestras el camino: “las obras que yo hago dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre”. Tus obras dejaban ver que Dios estaba contigo, que actuaba en ti.

Quiero vivir así. Primero con la conciencia de ser enviado del Padre y de que no tengo un mensaje propio; comunico un mensaje certero que se sostiene en la autoridad, el poder y el amor del Padre. Esta conciencia me dará toda la seguridad necesaria para lo que se presente. Con esta certeza quiero prestarme para que mis obras reflejen la coherencia de mi identidad; que lleven el sello de que soy cristiano.

Sí, Señor, mi testimonio también es ese espacio que permite que se realicen tus obras en mí. Como cristiano valiente, quiero darte mis obras sin buscar la gloria que viene de los hombres sino la tuya, pero dame la fuerza que me falta para vivir con esa pureza de intención.

«El testimonio siempre es fecundo»: lo es cuando tiene lugar en la vida cotidiana, pero también cuando se vive en las dificultades o cuando conduce incluso a la muerte. La Iglesia, por lo tanto, es fecunda y madre cuando da testimonio de Jesucristo. En cambio, cuando la Iglesia se cierra en sí misma, se cree —digámoslo así— una universidad de la religión con muchas ideas hermosas, con muchos hermosos templos, con muchos bellos museos, con muchas cosas hermosas, pero no da testimonio, se hace estéril». (S.S. Francisco, Homilía del 6 de mayo de 2014).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haz un gesto (persignarte al iniciar el trabajo, bendecir los alimentos, decir un “que Dios te bendiga”, “rezo por ti”) que te permita dar testimonio de tu ser cristiano, enviado del Padre.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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