Jueves 23 de junio – Edificada en la voluntad de Dios.
Balam Loza LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, no vengo a decirte lo mucho que te amo. Tampoco te voy a contar todos mis pecados. Sólo quiero estar aquí. Quiero ponerme delante de Ti, tal cual soy. Pongo en tus manos mi pecado mismo y mi amor entero. Pongo en tus manos mis obras. Todas. No me guardo nada. Hoy vengo a ofrecerte todo lo que soy y todo lo que tengo. Tuyo soy, para Ti nací, ¿qué quieres de mí? Vengo a estar; vengo a escuchar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’. Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente».
Cuando Jesús terminó de hablar, la gente quedó asombrada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Puedo mirar a María por un momento. Ver a esa madre silenciosa que sirve en lo oculto. Puedo decir a esa madre que cumple la voluntad de Dios en lo secreto que tenía su casa sobre roca.
Sin duda que no fue fácil la vida de María. ¡Cuántas contrariedades! Dar a luz a un hijo en una cueva fría y sobre la aspereza de la paja no fue fácil. Tampoco perder a su hijo durante tres días. Y mucho menos ver a su hijo en una cruz, insultado por la gente, despreciado…
Pero María supo darle vueltas a la palabra de Dios. Supo encontrar la luz en medio de la oscuridad. No se dejó llevar por las dudas que asaltaban su corazón. Vivió siempre en la roca firme; en la roca de la fe; en la roca del cumplimiento de la voluntad de Dios.
¡Cuántas veces María sufrió en silencio! Pero con cada palabra que callaba y cada vez que cumplía la voluntad de Dios, ponía una piedra firme.
Cuando llega la noche sabemos que si esperamos un poco, llegará el día. Sabemos que si sufrimos el invierno llegará la primavera. María sabía que la fe no pasaría. Le llegaron las lluvias, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y la casa… no se cayó. Estaba edificada sobre roca. Estaba edificada en la voluntad de Dios.
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de noviembre de 2015).
«Este es el encargo que el Señor nos da a cada uno de nosotros. Nos pide que seamos discípulos misioneros, hombres y mujeres que irradien la verdad, la belleza y el poder del Evangelio, que transforma la vida. Hombres y mujeres que sean canales de la gracia de Dios, que permitan que la misericordia, la bondad y la verdad divinas sean los elementos para construir una casa sólida. Una casa que sea hogar, en la que los hermanos y hermanas puedan, por fin, vivir en armonía y respeto mutuo, en obediencia a la voluntad del verdadero Dios, que nos ha mostrado en Jesús el camino hacia la libertad y la paz que todo corazón ansía.
Que Jesús, el Buen Pastor, la roca sobre la que construimos nuestras vidas, los guíe a ustedes y a sus familias por el camino de la bondad y la misericordia, todos los días de sus vidas.»
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy te ofrezco, Señor, no quejarme de nada. Si alguien me molesta con sus actitudes guardaré silencio. Si algo no me gusta no diré ningún comentario negativo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.