Jueves 26 de noviembre de 2020 – La voz de Jesús en mi propia vida.
H. Vicente Toledo, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de escuchar tu voz, para confiar sólo en Ti y en lo que Tú tienes preparado para mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que la adornaban, Jesús dijo: «Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando: todo será destruido».
Entonces le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?».
Él les respondió: «Cuídense que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin».
Luego les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cuándo será? ¿Cuáles serán las señales? ¿Grandes terremotos, epidemias, hambre, señales terribles?, esto podría hacernos pensar que el fin de los tiempos está cerca. Son cosas que vivimos todos los días, que lo vemos en las noticias, que las vivimos en primera persona. Y ¿cómo sabía Jesús que eso iba a pasar?, ¿nos quiere prevenir de algo?
Jesús lo sabe todo, sabe lo que ha pasado y lo que va a pasar. Él tiene las respuestas de todas nuestras preguntas. Pero pasa que nosotros, a veces, nos dejamos engañar por falsas ideas, por personas que creen saber nuestro destino, y lo único que buscan es alejarnos de la verdad de Dios, hacer que desconfiemos de Él. Dejemos un espacio en nuestro interior para preguntarle, ¿qué es lo que Tú quieres para cada uno de nosotros?
Jesús nos dice: «Cuídense que nadie los engañe» y, ¿qué quería decir con esto? ¿Quiere que vivamos con miedo o frustración cuidándonos de todos? ¿Quiere que analicemos todo lo que pasa? No… Jesús lo que quiere es que vivamos confiando en su voluntad, buscando cumplir sólo lo que Él tiene preparado para nosotros. Confiemos en los planes de Dios, lo único que quiere es nuestra felicidad.
¿Debemos estar atentos? Claro, pero no debemos dejar de vivir para seguir viviendo. Debemos de ser colaboradores de la misión de Jesús, trabajar con Él y para Él, y no estar pensando en el fin del mundo, según las noticias. Y como Él, debemos salir al encuentro de los demás, llevar su mensaje a todos los hombres para así lograr extender su Reino en la tierra.
«Todos sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, una felicidad rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino. Estad atentos a los que os prometen caminos fáciles y después os dejarán en mitad de la calle. Esas ilusiones que, cuando somos jóvenes, nos seducen con promesas que nos adormecen, nos quitan vitalidad, alegría, nos vuelven dependientes y encerrados en un aparente círculo sin salida y lleno de amargura.» (Homilía de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedirle a Dios la gracia de reconocer su voz en medio de las distracciones del mundo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.