unidad

Jueves 28 de mayo de 2020 – Unidad en el amor.

H. Juan Diego Ballesteros, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que te descubra, te conozca y te ame más y más. Que descubra tu voz, que vea tu voluntad y que te agrade cumpliéndola.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Este Evangelio es tomado de entre las diferentes palabras que nuestro Señor le dirigió a su Padre celestial en los cortos momentos previos a los tormentos de la Redención: Padre, no solo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.
¡Qué hermoso es pensar que en esas horas amargas de agonía al final de la vida terrenal de nuestro Señor y Redentor, el recuerdo de nosotros estaba muy presente en su mente divina! Nos tenía tan verdaderamente presente que, inclusive, reza por nosotros, puesto que antes de que hubiésemos nacido Él ya nos conocía, y antes de que hubiésemos existido Él ya nos amaba con un amor eterno e infinito.
Cristo Jesús reza para que seamos uno en Él, y en Él en el Padre, como Él es uno con el Padre. Qué importante es esto, especialmente en estos tiempos difíciles que como humanidad estamos viviendo: ¡ser uno, estar unidos, UNIDAD! El ejemplo que nuestro Señor mismo nos coloca es su propia unidad con el Padre, unidad indivisible y perfecta gracias al amor. Lo que verdaderamente nos puede unir con nuestros seres queridos, nuestros conocidos, y con nuestro prójimo es el amor.
El verdadero amor es aquel que se olvida de sí mismo para poderse dedicar plena y totalmente, sin reserva alguna, al bienestar del amado. Dios Padre tanto amó el mundo, o sea a nosotros, que entregó a su Hijo único en nuestro rescate, y nuestro Señor nos ama de igual manera que se entregó a sí mismo en el sacrificio de la cruz por nuestra salvación.
No tengamos miedo de amar sin medidas, sin límites, aunque terminemos, ante los ojos del mundo, sin nada, puesto que es entonces cuando estaremos seguros que grande será nuestro tesoro en el Reino de los Cielos.

«Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno”. Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga.»
(Momento de oración de S.S. Francisco, 27 de marzo de 2020).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor, gracias por haber pensado en mí en tus últimos momentos de vida, pues esto me demuestra verdaderamente cuánto me amas y el motivo real de tu muerte en el madero de la cruz: mi salvación. Gracias, dulce Jesús mío, por haber rezado por mí ante tu Padre y nuestro Padre que está en los cielos, puesto que soy débil y pecador, necesitado de tu oración y de tu gracia. Señor mío y Dios mío, quiero amar, pero amar de verdad. Hasta este momento mi amor ha sido siempre muy pobre e incluso egoísta, amando con la intención de recibir algo a cambio, ahora, Señor, ayúdame con tu gracia y enséñame con tu ejemplo a amarte a Ti a través de mis hermanos, los hombres, con un amor desinteresado.
Quiero amar, amar y solo amar, siguiendo tu ejemplo hasta entregarme totalmente por quienes amo y quienes desean mi amor. Sé que al atardecer de la vida, en el juicio, me preguntarás acerca del amor, de cuánto amé.
Te amo, Señor, ¡ayúdame!

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré un pequeño sacrificio que alegre a uno de mis seres queridos.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Comparte: