Jueves 3 de agosto – La opción es mía.
H. Iván González, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo en Ti. Quiero decirlo una vez más: creo en Ti. En mi vida de oración puede llegar la rutina, pero no por ello dejaré de renovar mi opción por Ti. Una vez más quiero decirte, con todo el sentido de mi ser: creo en Ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recogen toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?». Ellos le contestaron: «Si». Entonces él les dijo: «Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas». Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor, ¿quién puede aceptar tus palabras? Si me pongo a reflexionar en ellas con profundidad, con tiempo, buscando entenderlas, he de confesar que me parecen duras. ¿Separar a los buenos de los malos?, ¿qué me quieres enseñar con esta parábola? Me parece que tu misericordia se esconde; y que sale a la luz una justicia «demasiado» justa.
La imagen que más me ayuda entender este pasaje, es pensar en un padre de familia. Él quiere a sus hijos y, justamente porque los quiere, los regaña también. Sabe que si no les exige, si no les enseña a vivir virtuosamente, podrán quedar expuestos a muchos males, corporales y espirituales. Al padre, aun cuando sabe que hace lo correcto, no deja de costarle cada vez que debe corregir a su hijo. Y, al mismo tiempo, sabe que la moneda de la libertad siempre estará en el aire. En otras palabras: él buscará transmitir lo mejor a sus hijos, pero sabe que sus hijos serán los que al final decidirán su camino.
Pues bien, ahí estás Tú ahora, como mensajero de Dios Padre. Él no desea que ninguno de sus hijos se pierda. Por eso nos viene a hablar con una parábola, con una «reprimenda» que puede parecer dura y algo descorazonada. Toda palabra, todo gesto en mi vida, viene motivada por su amor y es para mostrarme el camino del amor.
Ojalá pueda comenzar ahora a abrir un poco más los ojos, a buscar sólo aquello que es bueno para mí y para los demás. Aquello que me lleva verdaderamente a amar. Que entienda que la opción es mía. Pero que también recuerde siempre que Dios es paciente y que puedo confiar en Él si todavía me cuesta dar el primer paso.
«Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde lo profundo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, sumiso, sentimental. El padre que sabe corregir sin degradarse es el mismo que sabe proteger sin descanso. Una vez escuché en una reunión de un matrimonio decir a un padre, ‘yo algunas veces debo pegar un poco a los hijos, pero nunca en la cara, para no degradarlo’ ¡Qué bonito! Tiene sentido de la dignidad. Debe castigar, lo hace justo y va adelante.»
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación._
Haré una revisión de mi vida de gracia y trataré de mejorar en un punto concreto que me ayude a mejorarla o de cambiar algún hábito que me está llevando a perderla constantemente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.