Jueves 30 de abril de 2020 – El alimento de vida.
H. Leonel de las Cuevas, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por acordarte siempre de mí, por regalarme un nuevo día, y por estar conmigo acompañándome en cada paso que doy. Tu presencia y compañía son el regalo más grande que puedes darme. Contigo nada me falta, jamás permitas que me separe de Ti. Yo quiero estar siempre a tu lado.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: ¨Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ese yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquél que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida¨.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Antiguo Testamento nos cuenta cómo los judíos se quejaron ante Moisés, en el desierto, por la falta de pan y alimento. Dios, en su bondad y amor, les proveyó el maná para que pudieran tener el pan de cada día. Pero Dios es un Padre bueno y tenía algo, todavía mejor, preparado. Sabe que no solo del pan material vive el hombre, y, aunque es importante, su saciedad es pasajera. Dios tiene algo para dar que es mucho más valioso que eso, o que cualquier otro don material. Su don más valioso, el verdadero pan, es el don de sí mismo que se dona totalmente a nosotros para entrar en nuestra vida y quedarse en ella, en total unión de amor con Él. Dios no es un Padre que regala solamente «cosas», es un Padre que nos da toda su persona, todo su amor y toda su compañía. Es un Padre que quiere estar siempre ahí, a nuestro lado.
Por eso, la Eucaristía es el regalo más valioso que Dios nos ha dejado, pues no se trata de «algo», se trata de «Alguien». Se trata de estar cara a cara, en un momento de total unión, con quien más nos ama y nos protege. Pidamos para que podamos siempre saber disfrutar de la Eucaristía. Que podamos disfrutar de la presencia de Aquel para quien estar con cada uno de nosotros es tan importante.
Cristo es el pan de la vida. Único alimento capaz de saciarnos y de transformar nuestras vidas haciéndolas, poco a poco, cada vez más plenas. Solo unidos a Dios comenzamos a vivir la verdadera vida.
«El pan que pedimos hoy, es también el pan del que muchos carecen cada día, mientras que unos pocos poseen lo superfluo. El Padrenuestro no es una oración que tranquiliza, sino un grito ante las carestías de amor de nuestro tiempo, ante el individualismo y la indiferencia que profanan tu nombre, Padre. Ayúdanos a tener hambre de darnos. Recuérdanos, cada vez que rezamos, que para vivir no tenemos necesidad de conservarnos, sino de partirnos; de compartir, en vez de atesorar; de sustentar a los demás, en lugar de saciarnos a nosotros mismos, porque el bienestar es tal si pertenece únicamente a todos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de mayo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer memoria de aquellos momentos de intimidad que he pasado con Cristo Eucaristía, agradecérselos, y proponerme firmemente acudir a la comunión la próxima vez que tenga la oportunidad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.