ilumina con su luz

Jueves 31 de diciembre de 2020 – El Dios creador y omnipotente que piensa en mí.

San Silvestre I, Papa

H. Francisco J. Posada, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Te pido, Señor, que me ayudes a redescubrir todos los dones con que me has colmado. Tú me has dado la vida y por eso estoy infinitamente agradecido; te pido que me ilumines cada día para que pueda vivir como Tú quieres. Tú me has dado el grandísimo don de ser hijo en tu Hijo, te pido que nunca olvide que soy de verdad tu hijo amado y que siempre estás pensando en mí, aunque vaya por valles oscuros.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron, les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan el bautista dio testimonio de él, clamando: «A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo».

De su plenitud hemos recibido todos, gracia sobre gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Dios cristiano es una comunión de personas que existen desde siempre. Dios Padre es el creador de todas las cosas, hizo su obra diciéndoles a cada una: “quiero que existas”. Cristo tiene un lugar especial en la obra creadora del Padre ya que Él se encarnó y nos hizo ver, con nuestros propios ojos, cómo es Dios. Él es verdadero hombre y verdadero Dios por lo cual todas las cosas se las hizo Dios como un Padre que mira a su Hijo, y todo lo que hace lo piensa para Él, es así como las cosas que nos encontramos en la creación adquirieron un tono humano desde que fueron pensadas. Dios hizo todas las cosas viendo a su Hijo. Qué gran bendición darnos cuenta de que todo lo creado tiene este elemento de amor infinito pensado para nosotros, por esto, cada cosa con que nos topamos nos revela un poco más el misterio de la divinidad y nos mueve, en nuestro interior, a maravillarnos y poner nuestra mirada en Dios. Cuando Dios vio a su Hijo también nos vio a nosotros. Ya desde el inicio de la creación Dios estaba pesando en nosotros por lo que podemos decir que cada uno es querido, pensado y necesario para Él.

El primer don que salta a nuestra vista de la bondad de Dios es nuestra vida, sin ella no seríamos nada, y este don nos ayuda ver cuán necesario es este primer momento de nuestra existencia. Dios, desde el inicio, me pensó y amó para una misión en mi vida y soy el único que la puede hacer. Aunque a veces pueda perder de vista lo valioso que soy delante de mi Padre, Él me ilumina con su luz para que recupere esa primera vista y vuelva a mi primer amor.

 

«Considerando tanta bondad y tanto amor, el intercambio de saludos navideños es además una ocasión para acoger nuevamente su mandamiento: “Como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros”. Aquí, de hecho, Jesús no nos pide que lo amemos a Él como respuesta a su amor por nosotros; más bien nos pide que nos amemos unos a otros con su mismo amor. Nos pide, en otras palabras, que seamos semejantes a Él, porque Él se ha hecho semejante a nosotros. Que la Navidad, por tanto —como exhortaba el santo Cardenal Newman—, “nos encuentre cada vez más parecidos a quien, en este tiempo, se ha hecho niño por amor a nosotros; que cada nueva Navidad nos encuentre más sencillos, más humildes, más santos, más caritativos, más resignados, más alegres, más llenos de Dios”. Y añade: “Este es el tiempo de la inocencia, de la pureza, de la ternura, de la alegría, de la paz”.»

(Discurso de S.S. Francisco, 21 de diciembre de 2018).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una oración en la que le agradeceré a Dios el don de que es mi Padre y  le daré gracias por el padre terreno que me dio.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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