eucarístia

Jueves 31 de mayo de 2018 – El mayor don de nuestra vida.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo

H. Michael Vargas, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, ayúdame a comprender la grandeza de tu amor, al entregarte a nosotros en el Santo Sacramento de la Eucaristía.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26

El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él les dijo a dos de ellos: «Vayan a la ciudad, encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: «El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les enseñará una sala en el piso de arriba, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena». Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, a sus discípulos diciendo: «Toman: esto es mi cuerpo». Y tomando en sus manos una copa, de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derramará por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Después de cantar el salmo, salieron hacia el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Qué tanto valoramos los dones que se nos han dado? Sí, los dones, esos regalos que se nos han dado sin tener mérito alguno, o necesidad de merecerlos y que son parte importante en nuestras vidas. Si hacemos una pausa y contemplamos nuestra vida, podemos darnos cuenta que poseemos grandes dones, empezando por el don de la vida; si miramos a fondo podemos encontrar quizás, el don de la amistad, o en este caso, si observamos con la mirada sobrenatural del amor y de la fe, seremos conscientes del don más que grande que hemos recibido, es decir, el don de la Sagrada Eucaristía, fuente y culmen de la vida de todo cristiano.

Antes de ver este gran don, debemos preguntarnos, ¿qué tal esta mi vida cristiana? Pues de la respuesta que demos así será el valor y el impacto que tenga la Sagrada Eucaristía en nuestra vida. ¿Es acaso una vida práctica, de sentimientos, apagada o al contrario es alegre, tiene sentido, da plenitud lo cual es bueno tener en cuenta? Porque si tenemos esa visión correcta, podemos ver la Santa Eucaristía como una gran fuente de la cual proviene gran parte de la gracia de Dios, ésa que nos abre al amor, que nos da plenitud, que llena nuestro corazón, pues al recibirla, recibimos al mismo Jesucristo, quien la instauró y quiso entregarse a nosotros «Tomad, esto es mi cuerpo» «Ésta es mi sangre».
De la Eucaristía brota la paz, la unidad y la caridad y, por ende, es ella donde culmina nuestra vida como cristianos; a través de su gracia, nuestra vida alcanza el punto más alto. Podemos preguntarnos con cuánto fervor la recibimos.

Hagamos la experiencia de experimentar los frutos de este inmenso don, dejémonos amar y amemos hasta el punto de dar nuestra vida por los otros, a ejemplo de Jesucristo.

«La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada.»
(Juan Pablo II, Ecclesia de Eucaristía.)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Participaré activamente en la celebración de la Santa Eucaristía y le recibiré con fervor y amor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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