Jueves 5 de diciembre de 2019 – Una vida construida sobre Roca.
H. Miguel Ángel Pastrana, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, José y María, quédense a mi lado todo el día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’. Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, y dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos, alguna que otra vez, experimentamos algo de vacío en nuestra vida. A veces estamos seguros de haber encontrado algo que nos hará completamente felices, o que, por lo menos, nos hace pasar el tiempo y nos divierte. Después de mucho tiempo, algo pasa: o nos aburrimos de eso que compramos, o alguien nos traiciona, o las amistades se van apagando. Entonces decimos, «¿y ahora qué?».
Esta sensación de desorientación es exactamente a lo que el Señor se refiere cuando nos avisa los peligros de construir sobre arena. Seguido nos podemos hacer un concepto de Dios y de nuestra relación con Él que sólo toca unas cuantas realidades de nuestras vidas. A veces le tenemos miedo a ese «Dios»; a veces tenemos miedo de que nuestra relación implique mucho sacrificio, pero como todo es tan superficial todo va bien.
Lo difícil llega cuando nos empezamos a dar cuenta que hay más cosas en el fondo de nuestro ser que no tienen sentido fuera de Dios. Necesitamos a alguien que «sí» nos ame de manera incondicional cuando los demás parece que no nos hacen caso; alguien que «sí» pueda comprendernos cuando no entendemos nada; alguien que «sí»” llene el vacío que dejan las cosas y las personas cuando no están cerca.
¿Cómo reacciona el Señor?: Toca a la puerta, y en el momento en que le dejamos entrar en todas las realidades de nuestra vida, ¡en todas!, entonces todo empieza a cuadrar, todo se fundamenta sobre roca. Y si de repente pasa algo de verdad muy fuerte, nos dolerá, pero como dice el Evangelio, la casa no se va a caer.
Dejemos que Dios construya la casa. Hagámosle parte de nuestra vida, orando, amando, sirviendo. Esa es su voluntad de Dios, que amemos y nos dejemos ser amados. En todo momento y circunstancia.
«Son proyectos humanos, también los nuestros, puestos al servicio de un “yo” cada vez más grande, hacia un cielo en el que ya no hay lugar para Dios. Dios deja que lo hagamos durante algún tiempo, para que podamos experimentar hasta qué punto del mal y de la tristeza podemos llegar sin Él… Pero el Espíritu de Cristo, Señor de la historia, no ve el momento de tirarlo todo por la borda, para hacernos empezar de nuevo. Siempre somos un poco “cortos” de vista y de corazón; abandonados a nosotros mismos, acabamos perdiendo el horizonte; llegamos a convencernos de que lo hemos entendido todo, de que hemos tenido en cuenta todas las variables, de que hemos previsto qué va a pasar y cómo va a pasar… Son todas construcciones nuestras que se imaginan que tocarán el cielo. En cambio, el Espíritu irrumpe en el mundo desde las alturas, desde el seno de Dios, allí donde el Hijo fue generado, y hace nuevas todas las cosas.» (Homilía de S.S. Francisco, 8 de junio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escogeré varios momentos de mi día que me hayan gustado/costado mucho y se los platicaré a Jesús a mediodía o al final del día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.