Jueves 7 de septiembre – Rema mar adentro.
H. Rubén Tornero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, buenos días, gracias por este momento de intimidad contigo. Aquí estoy delante de Ti. Quiero escuchar tu voz, que resuenen tus palabras en mi corazón. Deseo amarte, Jesús. Enséñame a amarte y amar a los demás como Tú lo quieres. Deseo permanecer unido a Ti. No me abandones ni me dejes solo. Te necesito. Ayúdame a nunca separarme de tu lado. Y si alguna vez lo hago, dame la gracia de saber que en tus brazos siempre encontraré un refugio amoroso al cual puedo volver.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muy amada alma:
Ven. No tengas miedo. Adéntrate en el mar. Deja la seguridad de la orilla. Te veo allí, secando tus redes después de una larga jornada, ¿qué has pescado? Nada. He visto tu trabajo de toda la noche… de todos tus días: has luchado con uñas y dientes por ser feliz; te has matado por el bienestar tuyo y de los que amas; has construido un complejo conjunto de seguridades (dinero, afectos, diversiones…) poniendo tu confianza en ellos… y al final nada de eso te ha dado la felicidad plena que añorabas. Nada ha podido llenar esa sed de un amor que nunca termine, de una felicidad que jamás se acabe. Has tratando de llenar un vacío de infinito con una infinidad de cosas finitas… y no has podido; a lo más, has inhibido el deseo, pero cuando llega la mañana, luego de haber trabajado tanto para lograr poco o nada, te das cuenta que tu nostalgia por lo eterno sigue allí.
Levanta los ojos, alza la mirada y date cuenta que no estás hecho para este mundo, sino para Mí. Ven. Rema mar adentro. Sé que estás cansado, que has intentado de todo y que tu confianza se ha visto a prueba. No te preocupes. Ven, inténtalo una vez más, pero esta vez conmigo. Deja tus seguridades y confía en Mí. Quiero hacer de ti un gran santo, quiero hacerte feliz… ¡Puedo hacerlo!, ¡confía en Mí!
Mira más alto. No tengas miedo de ir allá donde nunca has llegado. ¡No tengas miedo de amar! Ensancha el corazón y déjame amar en ti, vivir en ti… déjame formar mi imagen en ti para que seas reflejo de mi luz, mensajero de mi paz… mi pescador de hombres. Te quiero para hacerte feliz y te necesito para hacer felices a los demás. ¿Puedo contar contigo?
«Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a «arder» por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con «vivir al día» o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a trabajar con todo mi esfuerzo para llevar a cabo esa actividad buena que he dejado a un lado, por el esfuerzo que implica, confiando y siempre con una sonrisa.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.