proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos.

Jueves 9 de julio de 2020 – Enviados a proclamar.

H. Jose Torres, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que abra mi corazón a tus inspiraciones, y así poder cumplir siempre tu santa voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15
En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: “Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente.
No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: ‘Que haya paz en esta casa’. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Con este mandato el Señor nos envía a proclamar el Evangelio, que no es, ni más ni menos, sino la buena noticia, la alegría del Evangelio, la alegría de sabernos redimidos, amados y perdonados. Pero para ser eficaces en este mandato en necesario estar preparados y bien dispuestos a acoger las mociones del Espíritu Santo, que nos instruye y nos anima a dar todo por el Evangelio, a dar todo por la verdad, que es Cristo.
Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente. La gratitud de nuestras obras se resume en el cuidado que ponemos y cómo trabajamos, cómo estudiamos, en fin, en todos nuestros quehaceres; es el medio por el que Dios nos pide santificarnos. A algunos les pide la vida contemplativa, a otros, en su gran mayoría, les pedirá la vida activa, vivir en medio del mundo llevando el Evangelio, allí donde se desempeñan.  Y es allí donde Dios nos manda dar testimonio de Cristo. Este tiempo es tiempo de meditar sobre cómo está nuestro corazón de apóstol, cómo es nuestro ardor misionero.
Al entrar, saluden así: ‘Que haya paz en esta casa’. El desear la paz no se reduce solo a la ausencia de guerra, es mucho más profundo y trascendente. Es poder contemplar el amor de Dios, es poder estar en su presencia sabiendo que allí hay Otro que nos escucha, que nos ve, que está junto a nosotros, al cual le podemos contar lo que queramos, nuestras angustias, alegrías e inquietudes.  Y habrá veces que no sabremos qué decir.  Es entonces cuando solo tenemos que decir que nuestro corazón inquieto quiere estar con Él y decir como san Pedro, «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo».

«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento».
(Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n, 1)

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer una comunión espiritual, pidiendo por todas las personas que están sufriendo a causa de la pandemia.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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