«La Iglesia no nos ha dejado solos» – Entrevista al P. Eduardo Robles-Gil, LC

Fuente: El Mercurio

El Director general de los Legionarios de Cristo habló de la renovación del movimiento a ocho años de ser sacudido por los escándalos de Maciel y describió con crudeza el proceso de reconstruir la credibilidad.

«En 2006 yo tenía 54 años, ya no era un niño. Mi vocación no dependía del padre Maciel, dependía de Jesucristo, nuestro Señor. Salen las revelaciones y te preguntas: ¿Si esto fuera cierto, qué? Quiero ser sacerdote, quiero ser Legionario de Cristo y entregar mi vida a Dios y a la Iglesia. Lo tomé con mucha tristeza, pero también con madurez».

El que habla es el mexicano Eduardo Gil Robles. Aunque sus maneras y sencillez no lo delatan, no es cualquier sacerdote legionario: desde hace tres años dirige el proceso de renovación del Regnum Christi -el movimiento apostólico creado en 1941-, para superar la «crisis institucional» que han vivido desde 2008, al morir su fundador y reconocerse públicamente la verdad sobre su doble vida y abusos.

No tuvo cercanía personal con Maciel, aunque lo conoció e incluso recibió un extraño encargo suyo. Siendo sacerdote recién ordenado, le pidió enmarcar un cuadro -no religioso, por cierto- para llevarlo a Sevilla. «Hoy sabemos que ahí vivía su mujer», dice el también director general de los Legionarios de Cristo en esta, la primera vez que habla en profundidad de la crisis y de los importantes cambios que darán a conocer en mayo. Lo hace sin esquivar ni restar a los escabrosos detalles que ellos han reconocido en toda su crudeza. «Queremos expresar nuestro más hondo pesar por el abuso de seminaristas menores de edad, los actos inmorales con hombres y mujeres adultos, el uso arbitrario de su autoridad y bienes, el uso desmesurado de medicamentos adictivos y el haber presentado como propios escritos publicados por terceros», señala el punto 4 del anexo 1 del capítulo general extraordinario que realizaron en Roma, hace tres años. Él mismo entrega una copia al finalizar esta conversación.

Gil Robles habla de frente de los tiempos difíciles que les ha tocado vivir. Que han visto partir a muchos compañeros -poco más de un tercio, entre sacerdotes, consagrados y laicos-, que ha habido una «pérdida considerable» de matrícula en sus colegios. Será porque lo anima una esperanza cristiana -«de la cruz nace la resurrección»-, porque vio el optimismo con que están trabajando los legionarios chilenos que visitó esta semana. «Ha sido un trabajo muy de la mano de la Iglesia, que no nos ha dejado solos», recalca varias veces. Alude a la decisión de Benedicto XVI, el Papa emérito que, al enterarse de la gravedad de la crisis, se negó a disolver el movimiento, como otros sugerían. También al respaldo de Francisco: «Vayan adelante con mucho ánimo, no quiero que esto fracase», le dijo en su primer encuentro.

Mayo será un mes importante. Harán pública la propuesta trabajada con el Vaticano y con todos sus estamentos, para los nuevos estatutos que regirán su vida comunitaria. A través de un inédito proceso participativo de asambleas territoriales, tratarán de recoger todas las opiniones para concluir «el próximo mayo» de 2018 con un texto definitivo, que «gobernará» a sus casi 37.000 miembros activos en el mundo y 3.500 en Chile.

«Vivimos un proceso de incredulidad muy largo»

Ha estado varias veces en el país. De hecho, vivió unos meses en los 90, encargado de construir el que sería su primer colegio, el Cumbres. Hoy suman más de 17.000 los jóvenes chilenos, entre colegios pagados, subvencionados y la U. Finis Terrae, que se educan con los legionarios. Era la congregación que más crecía, en forma casi explosiva, en vocaciones consagradas y alumnos, cuando en 2006 el Vaticano ordenó a Maciel un retiro de penitencia y oración, sin más explicaciones.

«Nos cogió por sorpresa, con una cierta incredulidad. Pero que la Iglesia tome medidas hace pensar que hay algo de fondo. Nos tardamos bastante, él murió en 2008 y en 2009 se hicieron públicas las revelaciones de su doble vida», admite el sacerdote.

-¿Fue un error esa incredulidad, como la llama? ¿Terminó perjudicándolos?

-Sí, nos perjudicó porque perdimos credibilidad. No podían entender que no supiéramos, habiendo sido una vida tan larga de mal comportamiento. Se nos hizo ver como encubridores o ingenuos.

«Vivimos un proceso de incredulidad muy largo. Desde 1997 habían empezado a salir en los medios testimonios de ex seminaristas, se presentaron al Vaticano, que siguió confiando en el padre Maciel y en nosotros, le preguntaron a él y lo negó, y le creímos más a él que a quienes lo atacaban».

-¿Es una suerte de «mea culpa» por la ceguera de tantos años?

-No lo viví como «mea culpa». Cuando defendí al padre Maciel creí que estaba defendiendo a un inocente. Con la misma sinceridad hoy tengo que decir que nos equivocamos y que era cierto. No fue un acto de encubrimiento, sino la defensa de alguien que creímos era atacado injustamente.

-¿Cree que ya está hecho el duelo que significó reconocer esa verdad? Según sus estadísticas, hasta el año pasado partieron sacerdotes y debieron expulsar a un par.

-Diría que el duelo ya pasó. Hay sacerdotes que no están satisfechos con cómo se ha realizado el proceso, hay personas que estaban frustradas desde antes, pero también hay que pensar que no todos los sacerdotes de la Iglesia Católica perseveran en su vocación. No diría que los legionarios que hoy salen, que pasan a una diócesis o que dejan el sacerdocio, se deba principalmente a la crisis que vivimos. En las estadísticas se ve 2009 como el momento de mayor crecimiento y a partir de ahí, hay claramente un decrecimiento en las vocaciones.

Su atención a las víctimas: «Es una experiencia que golpea mucho»

-Usted participó en la comisión que atendió a las víctimas de Maciel, ¿cómo fue esa experiencia en lo humano y en lo sacerdotal?

-Golpea mucho, tristemente. Te encuentras personas que han sufrido, muchas es la primera vez que lo hablan. Atendimos 13 o 14 personas que buscaron la ayuda de esta comisión constituida por el cardenal Velasio De Paolis -nombrado por el Papa-; querían reconocimiento, justicia. Fue una experiencia de tristeza ver el sufrimiento y también de alivio al ver que se iban más tranquilas.

-¿Debieron compensarlas económicamente?

-Sí, en algunos casos hubo reparación económica, una ayuda para alguna necesidad, para ayuda profesional. No fueron tan significativas como otros casos que hemos visto, con cantidades millonarias.

-¿Y cómo resolvieron los casos de otros sacerdotes acusados de abuso? ¿Qué están haciendo para prevenirlos?

-Estamos viviendo tres procesos distintos. Uno es proporcionar ambientes seguros en todas nuestras instituciones, especialmente en colegios, trabajando mucho la prevención. Luego está la respuesta rápida: parte de los errores que cometimos nosotros y la Iglesia fue no haber creído, no haber escuchado. Hoy atendemos personalmente y acogemos, hacemos una comisión para investigar y llegar a la verdad. Y en tercer lugar, atender a las víctimas, ayudarlas a superar una situación trágica en sus vidas.

-¿Cuánta gente al interior del Regnum Christi sabía de la doble vida de Maciel o, incluso, cometía los mismos abusos?

-¿Cuántas personas sabían? No sabemos. Los cinco obispos que hicieron la visita apostólica, entre ellos el cardenal Ezzati, dijeron en su declaración de mayo de 2010 que habían encontrado personas que sabían, no dijeron desde cuándo ni qué sabían. Es lo que sabemos oficialmente. Eran pocas personas las que sabían y ahí vemos un cierto maquiavelismo del padre Maciel; él usaba a las personas. Conozco un sacerdote al que le pidió que tradujera al inglés un fideicomiso, y no se lo pidió a su secretario personal, que era irlandés. El fideicomiso dejaba una cantidad para una mujer que hoy sabemos era la hija.

«A mí me pide en 1983, recién ordenado en España, que enmarque un cuadro porque lo va a llevar a Sevilla. Se me hizo rarísimo, era un cuadro como para una sala; hoy sabemos que ahí tenía la mujer. ¡Yo le empaqué un cuadro, pero era impensable para qué!».

-¿Apartaron a esas personas?

-El cardenal al que le tocó el proceso de depuración, entre 2010 y 2014, definió que no era una cacería de brujas. No encontró culpables de encubrimiento ni de favorecimiento de los crímenes; sí hubo un proceso de renovación en tres ámbitos que nos pidió la Iglesia: redefinir el carisma, un gobierno más participativo con rotación de superiores, y revisar la formación general.

-¿Cuál debe ser hoy el carisma de un legionario? ¿Qué debería distinguirlos?

-Tratamos de reproducir ese Jesucristo que reúne a sus discípulos, los llena de su amor misericordioso y los lanza a la evangelización. Queremos reproducir esa relación personal que tiene Cristo con las personas, llevar el Evangelio, transmitirlo a otros, al mundo.

«Chile es un país muy importante para nosotros, el que creció más rápido. Creemos que seguimos haciendo un trabajo muy válido para evangelizar la sociedad», dice el superior de los Legionarios, quien también reconoce una baja en el alumnado de sus colegios.

«Cuando defendí al padre Maciel creí que estaba defendiendo a un inocente. Con la misma sinceridad hoy tengo que decir que nos equivocamos».

Un nuevo gobierno para la Legión y el optimismo que vio durante su visita a Chile

En mayo se conocerá la nueva configuración canónica que proponen para el movimiento y cómo se relacionarán sus distintas vocaciones. El ejercicio de autoridad fue uno de los ámbitos más cuestionados por el Vaticano al retirar a Maciel, su superior por 64 años.

Cada rama tendrá ahora su propia constitución y su propio gobierno, su propio director que la representará en un gran directorio que, junto al director general, dirigirá a todo el movimiento. Solo los laicos decidieron no hacer una asociación jurídica, sino asociarse cada uno individualmente.

Esta división fue lo más difícil, confiesa el padre Robles-Gil. «Que de la unidad que teníamos resultaran tres realidades jurídicas distintas… pensamos que nos estaban cambiando nuestra esencia. Ahora estamos buscando cómo vamos a organizar, entre las ramas, la comunión a la que nos sentimos llamados». Los cambios también lo abarcan a él como director general. Está por definirse cómo y qué perfil tendrá su sucesor, cuando su mandato expire, en 2020. Ahora, a su regreso a Roma, debe zanjar los capítulos de administración y gobierno. Ya están listos los de espiritualidad y apostolado. «Tendremos que decidir juntos quién será el director general; incluso podría ser un consagrado», explica sobre un giro casi copernicano para el movimiento. Hasta ahora ese cargo estaba reservado solo a un sacerdote.

-¿Qué detectaron en tantos años de revisión? ¿Qué permitió que un movimiento con tanta gente comprometida con su fe pudiera tener por décadas un inspirador con una vida reñida con esos mismos valores?

-Tiene que ver con el concepto de autoridad. El fundador de un grupo religioso es alguien que la Iglesia reconoce como portador de un carisma de origen divino, que el camino que propone conduce a Dios, a la santidad. Los superiores de cada estamento durábamos mucho tiempo en el cargo, y también el director general. Lo vivíamos con mucha naturalidad, hasta que nos lo hicieron ver. Había que cambiarlo.

-¿Cayeron en un culto a la personalidad de Maciel?

-Definitivamente, hubo errores, lo tenemos que reconocer clarísimamente. No lo veíamos rezar mucho, pero se lo perdonábamos, porque a lo mejor rezaba en la noche. No lo cuestionábamos. Hoy sí nos damos cuenta de que hubo un culto a la personalidad. La manera como se ejerce hoy el gobierno es totalmente distinta. Antes los superiores territoriales tenían menos responsabilidad, menos autoridad, todo subía a Roma y lo decidía el director general. Hoy lo dividimos en tres gobiernos; yo soy el director general de Regnum Christi, pero las consagradas tienen su gobierno, y no las mando. Los directores territoriales tienen más autoridad; yo tengo menos.

-Ya que habla de las consagradas, ¿por qué cree que ha sido el grupo más afectado? Se dice que eran las más «postergadas» en el movimiento.

-Aquí hay muchas cosas que no son realmente verdad. Todos los grupos hemos perdido más o menos el mismo número, alrededor del 30 o 35%. Los legionarios, sacerdotes y seminaristas llegamos a ser 2.350, y estamos en menos de 1.600. Las consagradas sufrieron doble, porque tuvieron una división interna que no hubo en la Legión.

-¿Lo dice por la asociación Totus Tuus? ¿No cambió también la visión que tenían de la mujer?

-(Las consagradas) sufrieron doblemente, porque entre las agregadas que formaron el Totus Tuus estaba la asistente general y algunas de sus formadoras. La visión de la mujer creada a imagen y semejanza de Dios no ha cambiado. La sociedad va evolucionando y la mujer va tomando nuevos roles. Es algo que también se ha ido dando dentro del movimiento.

-Se afirma que entre los estamentos subsiste una «tensión» por las obras. ¿De quién dependerán?

-Hoy el comité general del Regnum Christi gobierna las obras y apostolados. Yo lo presido y están los tres directores generales, dos consejeros generales de los legionarios, dos de las consagradas y un laico. ¿Cómo va a quedar? Podemos decidir que todo el apostolado dependa del órgano común, o que una parte, y otra lo haga de los grupos consagrados. Los estatutos permitirán las dos soluciones.

«Veo, por ejemplo, cómo los colegios más grandes que tenemos en Chile están en un interesante proceso de unión; al Cumbres lo dirige una consagrada y al Everest un legionario».

-¿Cómo ve a la «Legión» en Chile? ¿Cuánto le afectó todo? Llegó a ser de los movimientos católicos más numerosos.

-Nos afectó bastante. No conozco bien números anteriores. Hoy son 3.500 los miembros que trabajan apostólicamente. Ha bajado el alumnado de los colegios. ¿Cuánto por la crisis, cuánto porque hay menos niños? No lo sé. Chile es un país muy importante para nosotros; el que creció más rápido. Creemos que seguimos haciendo un trabajo muy válido para evangelizar la sociedad. Tuve reunión con los grupos directivos de los colegios; me encantó el optimismo y la ilusión con que trabajan. También con todas las consagradas; las encontré muy optimistas.

-¿Sufrieron más aquí por la influencia que habían conseguido en la élite chilena? ¿Fue un error esa imagen de elitistas?

-Hemos tenido imagen de elitistas en Chile y fuera de Chile, porque tenemos colegios buenos, con buenas instalaciones, y van personas de una cierta élite. Al mismo tiempo, tenemos casi 3.000 alumnos en colegios subvencionados y 6.500 en una universidad que no es elitista. Hay una actividad que se llama Anspac y que probablemente nadie ha oído, pero allí se forman mujeres sencillas, en parroquias, en fábricas, y es uno de los apostolados más importantes que hacen las señoras de Regnum Christi.

«La imagen es difícil quitársela, pero nos preocupa más la realidad: evangelizamos, tratamos de hacerlo desinteresadamente y servimos a todo el mundo. Nadie sabe que Paulo VI nos encargó hace 40 años la prelatura de Cancún-Chetumal en México, una iglesia pobre pobre, donde tenemos 70 sacerdotes».

«La Legión, el movimiento, continúan porque tienen su fuerza en Dios».

-¿Por qué optaron por fusionar y cambiar la visión pedagógica de sus colegios?

-Una pastoral más unida nos hace atender a las familias como un todo. Lo otro obedece a una cuestión estructural, tomando en cuenta que hubo una pérdida considerable de alumnado.

-Los jóvenes son particularmente implacables y ustedes atienden a más de 16.000 en Chile. ¿Cómo enfrentan su formación si no pueden presentar al fundador, su fuente inspiradora, como modelo de vida?

-Con coherencia. «La verdad nos hará libres» dice el Evangelio. Lo que está bien está bien y lo que está mal es malo; si lo hicimos nosotros, también, y hay que pedir perdón. Aunque llegamos a tener una reverencia hacia el fundador, nunca lo presentamos como modelo; nuestro modelo es Cristo.

-Muchos pensaron que los legionarios se terminaban con el escándalo de Maciel. ¿Por qué cree usted que pudieron seguir?

-La Legión es una obra inspirada por Dios a través de canales y personas humanas. Cuando la Iglesia aprueba una congregación de derecho pontificio, no aprueba el proyecto de una persona, reconoce una inspiración que viene de Dios. La Legión, el movimiento, continúan porque tienen su fuerza en Dios. Benedicto XVI dijo que es misterioso cómo una persona que hizo tanto mal pudo también inspirar un movimiento con tanto dinamismo. El movimiento siguió porque el Papa Benedicto XVI quiso que siguiera, viendo el bien que había para la Iglesia, corrigiendo errores, viviendo de una manera diferente, renovándonos.

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