Lunes 1 de enero de 2018 – Contemplar con el corazón.
Santa María Madre de Dios
H. Cristian Gutiérrez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, tú eres mi madre y quiero junto a ti, iniciar este año. Quiero de tu mano hacer este rato de oración y dejarme siempre guiar por tu maternal cuidado. Te entrego desde ahora este año que, hoy, comenzamos y te pido intercedas por mí ante Dios para que sea un año lleno de bendiciones, en el que pueda conocer y amar un poco más a Jesús.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este rato de oración puedo detenerme a contemplar la escena que me presenta el Evangelio de hoy. Los pastores que corren apresurados después de la visión de los ángeles. Apenas les daría tiempo para tomar los regalos que llevarían al niño: alguna de sus mejores ovejas, un poco de leche, lana, o queso. ¡Con cuánta emoción correrían al encuentro de su Salvador! ¿Y yo corro, me emociono siempre que voy a encontrarme con Dios, o lo considero una rutina?
Contemplar a los pastores entrando en la cueva quienes sorprendidos, ven la pobreza en la que el Hijo de Dios se ha dignado nacer. Un niño débil, dormido, tierno, que tal vez tiembla un poco por el frío, con las manitas juntas y apretadas sobre el pecho, era el Dios de Israel, el salvador de la humanidad. Contemplar a ese Niñito que baja del cielo por amor a mí, para hacerse cercano, para dejarse alzar, tocar, alimentar.
María conservaba todo esto en su corazón: la llegada de los pastores, los regalos que le traían al niño, los sucesos desde la partida de Nazaret, la anunciación del ángel, el nacimiento en un pesebre… Recordaría al pastorcillo, que temeroso, se acercó a pedirle le dejara alzar en sus brazos al Niño Dios; las lágrimas de emoción que tal vez corrieron por la mejilla de alguna mujer al contemplar milagro tan sublime, el esfuerzo de José por darle lo mejor que podía a ella y al recién nacido, las narraciones de los pastores que vieron a los ángeles… Todo lo conservaba en su corazón, porque en ello sabía ver la mano de Dios que desde ya actuaba en su vida y en la de los demás.
Contemplar a María y a José… Mirar a José, que después de haber pensado en abandonar a María, ahora tiene en sus brazos al mismo Dios. ¡Con cuánta ternura le habrá dado el primer beso de un padre terrenal al Hijo del Altísimo! La barba molestaría al niño, que rascaría su cara para alejar aquello que le incomodaba.
¿Cómo serían las primeras horas de María con el Niño? No dejaría de observarlo. Seguir contemplando aquella realidad del Dios hecho carne por amor a mí.
«Así como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos de su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso agradecimiento hacia quien ha dado al mundo al Salvador. Por ello, en el primer día de un año nuevo, le decimos:
Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios!
Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;
gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”,
olvidada de si misma, fascinada por el Amor Santo, convertida en una única cosa junto con su esperanza.
Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios!
Reza por nosotros, peregrinos del tiempo; ayúdanos a caminar por la vía de la paz. Amén.» (Angelus de S.S. Francisco, 1 de enero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy contemplaré a la Sagrada Familia y ofreceré un misterio del rosario por la paz en el mundo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.