Lunes 11 de abril – Traer lo eterno hacia la tierra.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Cristo, Rey Nuestro! ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, que vives siempre presente a mi lado, ahora quisiera en este instante dirigir mi mirada hacia Ti. Pongo en tus manos todas mis inquietudes, todos mis deseos y preocupaciones. En tus manos coloco también mis alegrías y mis ilusiones. Quiero colocarlo todo en tus manos y dirigir simplemente la mirada hacia mi Dios, que me ama.
Madre mía, enséñame a escuchar a tu hijo con la misma atención con que tú lo hacías.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 22-29
Después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una sola barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste acá?» Jesús les contestó: «Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello».
Ellos le dijeron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?» Respondió Jesús: «La obra de Dios consiste en que crean en aquél a quien él ha enviado».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor, el mundo vive en una constante confusión. ¡Cuántas almas han perdido el camino –cuántas otras ni siquiera saben que lo buscan! Hemos trabajado en vano tantas veces, por alcanzar felicidades terrenales, que poco merecen tener incluso el nombre de «felicidad». Hemos olvidado la única felicidad que no perece, aquella que brota del amor, aquella que brota de Ti.
Por tu gracia me has otorgado ser hijo de Dios, ser hija de Dios. Me has colocado en el camino de la conversión, para llegar a ser un hombre nuevo, una mujer nueva. Mi vida está llamada a ser luz dentro de la confusión. Mi testimonio está llamado a ser gozo en medio de tristezas. Mi ejemplo ha de ser motivo de esperanza en este mundo rico en callejones sin salida. En un mundo donde todo lo terrenal promete ser eterno, yo he de traer lo eterno hacia la tierra. Es el llamado a ser mensaje de las realidades futuras, el anuncio de un Reino futuro, la certeza de que un Dios nos ama y nos espera, para vivir con Él por toda la eternidad.
Tú eres el único alimento que permanecerá para la vida eterna, Tú mismo, que te diste a los hombres en la cruz, que resucitaste venciendo la muerte, y que permaneciste en la Eucaristía. El llamado a ser luz de las realidades futuras, testimonio de un alimento eterno que jamás pasará, es simplemente el llamado de llevarte a los demás.
«Haciendo la Comunión con Él, recibimos su vida en nosotros y nos hacemos hijos del Padre celeste y hermanos entre nosotros. Haciendo la Comunión nos encontramos con Jesús realmente vivo y resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, del compartir. Y aunque seamos pobres, todos podemos dar algo. “Hacer la Comunión” significa también obtener de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los otros lo que somos y lo que tenemos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de julio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En este día, Señor, quiero imitarte y vivir tu amor para llevarte a los demás. Te prometo que buscaré un tiempo de convivencia con mi hermano, con mi cónyuge, con mis hijos o con alguna persona que necesita de mi compañía, para ser testimonio de tu amor en este acto sencillo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.