Lunes 11 de junio de 2018 – Coherentes con nuestra fe.
San Bernabé, apóstol
H. José Torres, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de poder escucharte, de poder abrir mi corazón a tus inspiraciones; dame una fe firme y luminosa que me lleve a sentir tu presencia vivificante.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo:
«Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy, Jesús nos propone nuestro pasaporte para ir al cielo, con «las bienaventuranzas». Ellas abarcan lo que necesitamos para vivir esta vida. Pero, además, nos hace una promesa realmente grande y por la cual rezamos todos los días, el poder poseer algún día su «Reino».
Dichosos, los que lloran… cuántas lágrimas se están derramando en este momento porque no se conoce a Cristo, cuántas lágrimas porque no hay paz, cuánta injuria por profesar que hay un solo y único Señor del universo. «Dichosos cuando los injurien por causa mía», nos dice el Señor; hoy cuántas injurias se sufren, cuántos mártires en el silencio de cada día, cuánta sangre inocente que se derrama a causa de la falta de sentido y respeto por la vida, cuántos cristianos en el mundo que, por profesar su fe, son condenados, marginados, discriminados. Y no pensemos sólo en el Medio Oriente sino en nuestros lugares de trabajo, colegios, ciudades y en tantos otros lugares que frecuentamos pero que en ocasiones, de manera muy discreta y silenciosa, se frivoliza la fe o se suaviza la verdad del Evangelio por temor o por lo que se llama «respeto humano», que nos deja acobardados, que nos hace retroceder y que nos deja como inmóviles por vergüenza o temor al qué dirán, No nos dejemos vencer, seamos fuertes y firmes en la fe.
Cristo no se avergüenza de nosotros. Él se ofreció completamente y abrazó la cruz para que nuestra única puerta al cielo tenga forma de cruz, para que no temamos a la hora de encontrarla sino que la abracemos y busquemos la fuerza y la gracia que de ella emana. Pidamos la gracia de ser coherentes con nuestra fe y de dar testimonio, cada día y cada momento, de que Cristo es el Rey de nuestras vidas.
«Las bienaventuranzas no nacen de actitudes criticonas ni de la “palabrería barata” de aquellos que creen saberlo todo pero no se quieren comprometer con nada ni con nadie, y terminan así bloqueando toda posibilidad de generar procesos de transformación y reconstrucción en nuestras comunidades, en nuestras vidas. Las bienaventuranzas nacen del corazón misericordioso que no se cansa de esperar. Y experimenta que la esperanza “es el nuevo día, la extirpación de una inmovilidad, el sacudimiento de una postración negativa”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicaré un momento del día para hacer una visita a la Eucaristía, pidiendo la gracia del incremento de la fe y la esperanza, para vivir las bienaventuranzas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.