Lunes 12 de noviembre de 2018 – Los frutos del testimonio.
San Josafat, obispo y mártir
H. Jorge Alberto Leaños García, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero encontrarte. Sólo dame la paciencia para esperar tu gracia, sabiduría para verte en donde me muestres tu bondad, entendimiento para comprender lo que me quieres enseñar y fortaleza para vencer con tus fuerzas. Ayúdame a discernir dónde está tu voluntad, estar abierto a lo que me pidas y que nunca tenga miedo de hacer tu voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado.
Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo”.
Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El escándalo se contrapone al testimonio, pues éste último refleja una verdadera autenticidad en donde, como señal de coherencia, se encuentra la sintonía entre lo que se es y lo que se debe ser.
Cristo reprende con gran fuerza a los que escandalizan; esto lo podemos tomar como una sabia invitación a hacer exactamente lo contrario. Es decir, el «testimonio» que surge en cada persona convencida de lo que cree, al grado de sentir la responsabilidad y la necesidad de transmitir a un Cristo que han conocido y, más aún, que ha experimentado.
Es algo natural querer trasmitir lo que no se puede guardar para sí. Es como un horno en el que, en un inicio, el fuego tan sólo logra calentarse a sí mismo, pero llega el punto en el que el nivel de calor es tan alto, que todo lo que le rodea comienza a sentir el fuego abrasador que lleva dentro.
Mientras que del escándalo surge la desilusión y el cansancio, del testimonio fructifica la ilusión y la esperanza. ¿Qué sería de un mundo sin ilusión y sin esperanzas? ¿Qué sería de los hombres si fuesen privados de todo testimonio y viviesen en un ambiente en donde no hay sentido de los sucesos que le rodean? Ahora podemos entender porque Cristo reprende con tanta fuerza.
Él nos lanza la invitación para realizar uno de los testimonios más fructíferos. Se trata del perdón misericordioso, que es un acto en donde se ve claramente que los intereses personales se dejan de lado, los sentimientos egoístas se transforman en los sentimientos de Cristo y se alcanzan méritos sobrenaturales que sólo se pueden entender desde los ojos de la fe.
«Participamos porque estamos todos ungidos, sellados y tenemos en la mano esa seguridad – la “fianza” del Espíritu que nos llevará al “sí” definitivo, a nuestra plenitud, y que nos ayudará a convertirnos en luz y sal, es decir a dar testimonio. Quien esconde la luz da un contra-testimonio; es un poco “sí” y un poco “no”. Tiene la luz, pero no la dona, no la hace ver y si no la hacer ver no glorifica al Padre que está en los cielos. Está quien tiene la sal, pero la toma para sí mismo y no la dona para que se evite la corrupción. El Señor, sin embargo, nos enseñó palabras decisivas y dijo: “Vuestro hablar sea este: sí, no. Lo superfluo proviene del maligno”».
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de junio de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Reflexionaré sobre mi testimonio y, hoy, intentaré perdonar sinceramente a una persona en concreto.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.