Lunes 13 de junio de 2022 – «Generosidad»
Daniel Arroyo, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, gracias por este día, por haberme llamado a la vida y a ser tu discípulo. Perdóname por todas aquellas veces en las que te he fallado, en las que no he aprovechado tu gracia, en las que he preferido seguir mi camino y no el tuyo. Hoy quiero encontrarme contigo. Busco tu rostro Señor, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad para que lo pueda hacer.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por diente». Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tantas veces atravesamos situaciones en nuestra vida que nos parecen injustas. No sólo evitamos el mal cuando es tan fácil hacerlo, como cuando nadie nos ve, sino que también hacemos tantas cosas buenas que no terminan en ningún lado y todo nuestro esfuerzo se desperdicia.
Ante la injusticia en nuestra vida, Jesús nos exige que demos más a aquel que nos ofende o nos pide algo. Jesús no nos pide soportar la injusticia, ni dejar de luchar contra ella, sólo ser generosos.
La injusticia nos puede desanimar, hacernos perder la fe, pero no debería ser así. Debemos ser generosos, entregarnos totalmente. La injusticia no es excusa para dejar de donarnos, para dejar de amar. Y el Señor, tarde o temprano, nos lo recompensará.
«Consideremos en primer lugar ese sentido de injusticia que advertimos en el “poner la otra mejilla”. Y pensemos en Jesús. Durante la pasión, en su injusto proceso delante del sumo sacerdote, en un momento dado recibe una bofetada por parte de uno de los guardias. ¿Y Él cómo se comporta? No lo insulta, no, dice al guardia: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). Pide cuentas del mal recibido. Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio, ceder a la injusticia. Jesús con su pregunta denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira, sin violencia, es más, con gentileza. No quiere desencadenar una discusión, sino desactivar el rencor, esto es importante: apagar juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable. Esto no es fácil, pero Jesús lo hizo y nos dice que lo hagamos nosotros también. Esto es poner la otra mejilla: la mansedumbre de Jesús es una respuesta más fuerte que el golpe que recibió. Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande. Poner la otra mejilla es vencer al mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. Y esta actitud, este poner la otra mejilla, no es dictado por el cálculo o por el odio, sino por el amor. Queridos hermanos y hermanas, es el amor gratuito e inmerecido que recibimos de Jesús el que genera en el corazón un modo de hacer semejante al suyo, que rechaza toda venganza. Nosotros estamos acostumbrados a las venganzas: “Me has hecho esto, yo te haré esto otro”, o a custodiar en el corazón este rencor, rencor que hace daño, destruye la persona». (S.S. Francisco, Ángelus del 20 de febrero de 2022).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Seré generoso en aquello que Dios me pide, sobre todo cuando más me cuesta.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.