tu presencia

Lunes 15 de febrero de 2021 – Dios presente en lo ordinario.

H. Axel Hernández, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, haga lo que haga el día de hoy, que todo sea para tu gloria. No te pido señales, te suplico que envíes tu Espíritu Santo para que ilumine esta oración y me fortalezca para cumplir tu voluntad.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 8, 11-13

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: “ Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal”.

Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En nuestra vida Dios nos habla a través de hechos y palabras. Cuando hablamos de palabras nos referimos especialmente en este caso a la Sagrada Escritura, la cual siempre tiene algo nuevo que enseñarnos pues es viva y eficaz.

Seguramente hay momentos que recordamos donde hemos detectado la presencia de Dios de una manera patente, hemos sentido su intercesión extraordinaria en algo. Estos momentos son ciertamente gracias especiales que el Señor nos concede y nos habla, permitiéndonos sentir su presencia de una forma más palpable. Sin duda alguna hay que agradecerle a Dios por esto. Sin embargo, nuestra fe y relación con Dios no se han de basar sólo en esos momentos, pues nuestra vida se desarrolla en lo ordinario y también ahí, Dios se encuentra y nos habla.

En nuestra vida tenemos que estar siempre atentos al peligro de reducir nuestra fe sólo cuando vemos algún tipo de evento sobrenatural que nos hace entonces reflexionar y, por un período relativamente largo, vivir con fervor. No pasará mucho tiempo cuando al no suceder algo similar nos enfriamos y nos volvemos indiferentes y hasta dudamos del mismo poder de Dios. Este peligro es muy delicado, ya que hace que nuestra relación con Cristo se base no en su persona sino en sus obras; hace que nuestra relación con Él no sea una relación auténtica de amor. En vez de pedirle un evento sobrenatural extraordinario debemos de pedirle más bien que nos haga sensibles a su gracia, a aprender a escuchar su voz y reconocer su actuación y su voluntad en lo ordinario. Es bueno preguntarnos: ¿En qué se basa mi relación con Dios: en sus milagros o en sí mismo?

Pidámosle hoy a Jesús la gracia de amarlo por quien es. Su vida misma ya nos la ha dado, no hay ninguna cosa mayor que pueda ser prueba de su amor. Pidámosle: «Señor, ayúdame a percibir tu presencia en este día, a reconocer lo que me estás pidiendo y a aprender a ver las cosas como Tú las ves.»

 

 

«El encuentro con el otro es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo. Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos. Y si todavía tuviéramos alguna duda, esta es su clara palabra: “En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. El aliento del Maestro a sus discípulos también se puede entender en este sentido: “Ánimo, que soy yo, no temáis”. Y realmente es Él, incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua… Nosotros también, como Pedro, podríamos sentirnos tentados de poner a prueba a Jesús, de pedirle una señal. Y tal vez, después de algunos pasos vacilantes hacia él, volver a ser víctimas de nuestros miedos. ¡Pero el Señor no nos abandona! Aunque seamos hombres y mujeres de “poca fe”, Cristo continúa tendiendo su mano para salvarnos y permitir que nos encontremos con él, un encuentro que nos salva y nos devuelve la alegría de ser sus discípulos.»

(Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2019).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Con la ayuda del Espíritu Santo, a quien invocaré ante la tentación, evitaré cometer alguna falta provocada por mi autosuficiencia y falta de humildad.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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