Lunes 17 de octubre de 2022 – «¿Cuáles son tus seguridades?»

Pedro Cadena, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por traerme a estar un rato contigo. Tú me conoces y sabes dónde están mis seguridades. Sé Tú mi seguridad. María, hazme confiar en el Señor como tú.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”.
Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’. Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Cuál era la seguridad del rico en la parábola de hoy? ¿Es ésta una verdadera seguridad, una que no falla? Tal vez hoy es un buen día para darle la mano a Jesús y asomarte a tu corazón. ¿Cuáles son tus seguridades? ¿Cuál es tu seguridad última, que fundamenta todas las demás?

No tengas miedo, Jesús está a tu lado. Deja que tu mirada encuentre la suya. ¿Cómo te hace sentir? Puedes pedirle al Señor lo que necesites, Él está aquí para ti, y te quiere con todo su corazón. No tienes que merecer su amor, Él te ama desde antes de que pudieras hacer cualquier cosa.

«La historia cobra vida cuando surge el contraste entre lo que el hombre rico planea para sí mismo y lo que Dios le plantea. El rico pone ante su alma, es decir, ante sí mismo, tres consideraciones: los muchos bienes acumulados, los muchos años que estos bienes parecen asegurarle y, en tercer lugar, la tranquilidad y el bienestar desenfrenado. Pero la palabra que Dios le dirige anula estos proyectos. En lugar de los “muchos años”, Dios indica la inmediatez de “esta noche; esta noche te reclamarán el alma”; en lugar de “disfrutar de la vida”, le presenta la “restitución de la vida; tú darás la vida a Dios”, con el consiguiente juicio. La realidad de los muchos bienes acumulados, en la que el rico tenía que basar todo, está cubierta por el sarcasmo de la pregunta: “Las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”. Pensemos en las luchas por la herencia; muchas luchas familiares. Y mucha gente, todos conocemos algunas historias, que en la hora de la muerte comienzan a llegar: sobrinos, los nietos vienen a ver: “Pero ¿qué me toca a mí? Y se lo llevan todo”. Es en esta contraposición donde se justifica el apelativo de “necio” —porque piensa en cosas que cree concretas pero que son una fantasía— con el que Dios se dirige a este hombre. Es necio porque en la práctica ha negado a Dios, no ha contado con Él».
(Ángelus de S.S. Francisco, 4 de agosto de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía y pedirle que sea Él mi gran seguridad.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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