Lunes 18 de noviembre de 2019 – Ver la presencia de Cristo en los demás.
H. Luis Alejandro Huesca Cantú, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, concédeme la gracia de ver como Tú ves, de esperar como Tú esperas y de amar como Tú amas…
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el Nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le contestó: «Señor, que vea». Jesús le dijo: «Recobra la vista; tu fe te ha curado».
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio es Palabra viva. No solamente está impreso en la Biblia o en un misal, sino que el Cristo que se detiene y cura al ciego en el Evangelio de hoy, es el mismo Cristo que vive y está presente en ti y en las personas que te vas encontrando a lo largo de tu día. Cristo está ahí en ellos, en tu familia, en tus amigos, en tus compañeros de la escuela o del trabajo; pero a veces la ceguera de la rutina y del egoísmo te puede impedir ver a Jesús que quiere encontrarse contigo a través de ellos.
No sabemos el nombre del ciego en el Evangelio, creo que san Lucas lo omite para que tú puedas ponerte en su lugar. Tú eres ese ciego y Jesús, con palabras llenas de amor y delicadeza, te pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» Repito la pregunta, porque es el mismo Cristo quién te la hace: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él se interesa verdaderamente por ti, Él quiere ayudarte, quiere curarte, quiere que le des tu corazón porque Él quiere darte el suyo. Tú sólo tienes que responderle como el ciego en el Evangelio: ¡Señor, quiero ver!
En este momento de oración, pídele al Señor que abra tus ojos para que puedas contemplar su presencia, para que puedas ver su cruz que te comparte en las dificultades y en el sufrimiento, y para que puedas admirarlo resucitado en los pequeños milagros que ocurren en los corazones de las personas todos los días.
«Puede ser sorprendente que el “médico” pregunte a la persona que sufre qué espera de él. Pero esto resalta el valor de las palabras y el diálogo en la relación de cura. Para Jesús, curar significa entablar un diálogo para que emerja el deseo del ser humano y el dulce poder del Amor de Dios, operante en su Hijo. Porque curar significa comenzar un camino: un camino de alivio, de consuelo, de reconciliación y de sanación. Cuando se hace una cura determinada con amor sincero por el otro, se amplía el horizonte de la persona que está siendo curada, porque el ser humano es uno: es la unidad de espíritu, alma y cuerpo. Y esto se ve claramente en el ministerio de Jesús: Él nunca cura una parte, sino toda la persona, de manera integral. A veces, comenzando desde el cuerpo, a veces desde el corazón, es decir, perdonando sus pecados (ver Mc 2, 5), pero siempre para curarlo todo. Finalmente, la cura de Jesús coincide con el levantar a la persona y enviar a aquel o a aquella a quien se ha acercado y curado. Son tantos los enfermos que, después de haber sido curados por Cristo, se convierten en sus discípulos y seguidores.»
(Homilía de S.S. Francisco, 22 de junio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Al final del día, antes de dormir, preguntarle a Jesús: «Señor, ¿en quién te pude ver en este día?»
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.