Lunes 19 de abril de 2021 – Seguir a Cristo.
H. César Adrián Hernández Morales, L.C
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, aumenta mi deseo de buscarte y estar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 22-29
Después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una sola barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste acá?». Jesús les contestó: «Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello».
Ellos le dijeron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios consiste en que crean en aquél a quien él ha enviado».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Seguir a Cristo implica entregarse por entero. Implica hacer su voluntad en todo momento. Implica «creer en Él» y hacer vida el Evangelio para poder llevar su mensaje.
Para seguir a Cristo debemos purificar nuestro corazón y buscarlo solamente a Él. No puede haber en nuestro corazón diversas intenciones. Cristo y su Reino tienen que ser todo para quien decide seguirlo. No se puede servir a dos amos. Seguir a Cristo es seguirlo incondicionalmente, cargando la cruz a su lado. Seguir a Cristo también conlleva hacer la misma pregunta de los discípulos: «¿qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?». Es decir, estar a la escucha de su voluntad y de aquello que el Espíritu Santo esté inspirando.
Seguir a Cristo, finalmente, implica buscarlo constantemente, como lo hicieron los discípulos. Seguir a Cristo es crecer en el deseo de buscarlo, encontrarlo y estar con Él. Y al estar con Él, estar también con «Aquél que lo ha enviado», estar con el Padre.
«Esto nos hace pensar muchas veces que en la vida empezamos a seguir a Jesús, detrás de Jesús, con los valores del Evangelio, y a mitad de camino nos hacemos otra idea, vemos algunos signos y nos alejamos y nos conformamos con algo más temporal, más material, más mundano, tal vez, y perdemos el recuerdo de ese primer entusiasmo que tuvimos cuando escuchamos hablar a Jesús. El Señor siempre nos hace volver al primer encuentro, al primer momento en que nos miró, nos habló e hizo nacer en nosotros el deseo de seguirle. Esta es una gracia para pedirle al Señor, porque en la vida siempre tendremos esta tentación de alejarnos porque vemos otra cosa: «Pero eso irá bien, pero esa idea es buena…». Nos estamos alejando. La gracia de volver siempre a la primera llamada, al primer momento: no olvides, no olvides mi historia, cuando Jesús me miró con amor y me dijo: «Este es tu camino»; cuando Jesús a través de tantas personas me hizo comprender cuál era el camino del Evangelio y no otros caminos un poco mundanos, con otros valores. Vuelve al primer encuentro.»
(Homilía S.S. Francisco, 27 de abril de 2020, en santa Marta)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una comunión espiritual, renovando a Cristo mi deseo de estar con Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.