ayuno

Lunes 20 de enero de 2020 – Estar con Cristo en las buenas y en las malas.

H. Francisco Posada, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, enséñame a hacerte parte de mi vida, no solo como algo más en añadidura sino como el centro de todo lo que hago, digo y pienso.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?» Jesús les contestó: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán».

Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado, porque la pieza tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

Jesús no niega la necesidad del ayuno, como el que hacían los discípulos de Juan y los fariseos, sino que nos quiere enseñar que todas nuestras acciones deben estar motivadas por buenas razones, que la intención que tengamos en el corazón es el primer paso para hacer algo por el Señor.

El estar con Cristo implica sacrificio o dificultad, al menos explícita.  En esos momentos, que de muchas formas son palpables en nuestras vidas, lo más importante es que los vivamos con Cristo, tomando conciencia de que Él nos quiere acompañar siempre, en nuestros triunfos y, sobre todo, en nuestras derrotas.

Una vida con Cristo es algo maravilloso, sin embargo, cuando nos encontramos en momentos de felicidad, éxito, placer, nos olvidamos fácilmente de recordar a Dios o invitar a Jesús a ser parte de esos momentos felices, por lo que debemos tomar conciencia del hecho que Cristo quiere ser siempre parte de nuestras vidas, así como Él mismo pone el ejemplo del novio que en su fiesta está con la gente que él más quiere.

Cuando nos encontramos inmersos en situaciones difíciles, le pedimos al Señor que nos ayude porque, con su apoyo, sabemos que se puede salir de cualquier dificultad sin importar que tan grande sea, confiando en Cristo para que Él pueda actuar en nuestra vida. Y en los buenos momentos, agradecer siempre la gracia y los innumerables dones que recibimos. Que la santísima Virgen nos acompañe también en la vida y en la muerte, siempre.

«La limosna, la oración y el ayuno nos devuelven a las tres únicas realidades que no pasan. La oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; el ayuno con nosotros mismos. Dios, los hermanos, mi vida: estas son las realidades que no acaban en la nada, y en las que debemos invertir. Ahí es hacia donde nos invita a mirar la Cuaresma: hacia lo Alto, con la oración, que nos libra de una vida horizontal y plana, en la que encontramos tiempo para el yo, pero olvidamos a Dios. Y después hacia el otro, con caridad, que nos libra de la vanidad del tener, del pensar que las cosas son buenas si lo son para mí. Finalmente, nos invita a mirar dentro de nosotros mismos con el ayuno, que nos libra del apego a las cosas, de la mundanidad que anestesia el corazón. Oración, caridad, ayuno: tres inversiones para un tesoro que no se acaba.»

(SS Francisco, homilía del 6 de marzo de 2019).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En una de las actividades que haga hoy, voy a invitar a Cristo que me acompañe.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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