Lunes 20 de julio de 2020 – Las señales de Dios en nuestra vida.
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de reconocer las cosas que pueda cambiar, las que no puedo y la sabiduría para saber la diferencia. Sé que Tú me hablas de muchas maneras y me revelas el camino de mi felicidad plena; ayúdame a seguir tu camino y reconocer que Tú me amas y te interesas por mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 12, 38-42
En aquel tiempo, le dijeron a Jesús algunos escribas y fariseos: “Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa”. Él les respondió: “Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se les dará, será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el camino vocacional, muchas veces, nos ponemos a pedir señales, como cuando estamos en la capilla o iglesia y le decimos al Señor: «Si se apaga la vela tengo vocación». Si bien es cierto que Dios nos muestra su voluntad a través de las cosas que nos pasan y nos va guiando a lo que Él nos pide, no podemos acelerar el proceso porque Dios lleva su tiempo y nos revela su plan poco a poco.
La gran señal es algo muy importante porque tiene que ver directamente con nuestra vida. El cambio en nosotros es obra de Dios: convertirnos en mejores personas y estar más cerca de Él. Nuestro peregrinar en la tierra es un continuo cambio de vida, una continua conversión. Este cambio no es fácil y, a veces, nos lleva a hacer cosas que nos cuestan, como Cristo que en su vida terrena daba cada paso hacia el Padre sin regresar, abrazando la cruz cuando la vida no sonreía y dando su vida hasta la última gota de su sangre. Pero no se quedó ahí, sino que su final fue la vida eterna que no se acaba con su resurrección. Nosotros estamos llamados a tener vida, y tenerla en abundancia, porque Dios nos ha llamado a ser parte de su iglesia, y si Él quiere, vivir consagrado a Él.
Esta transformación en nosotros no se da solo por nuestras propias fuerzas, sino que es un trabajo en conjunto, nosotros y Dios, el equipo ideal para hacer grandes cosas. No hay nada imposible para Dios solo tienes que dejarlo entrar en tu vida y Él te ayudará a convertirte en la mejor versión de ti mismo. Dios quiere tu felicidad y realización personal, ¿tú también la quieres?
«Nínive se convirtió y la ciudad se salvó de una pandemia, tal vez una pandemia moral. Y hoy todos nosotros, hermanos y hermanas de todas las tradiciones religiosas, rezamos: jornada de oración y ayuno, de penitencia, convocada por el Alto Comité para la Hermandad Humana. Cada uno de nosotros reza, las comunidades rezan, las confesiones religiosas rezan: rezan a Dios, todos los hermanos, unidos en la hermandad que nos une en este momento de dolor y tragedia. No esperábamos esta pandemia, llegó sin que nosotros lo esperáramos, pero ahora está aquí. Y mucha gente muere. Y muchas personas mueren solas y muchas personas mueren sin poder hacer nada. Puede venirnos el pensamiento de “pero a mí no me ha tocado, gracias a Dios que me salvé”. ¡Pero piensa en los demás! Piense en la tragedia y también en las consecuencias económicas, las consecuencias para la educación y lo que sucederá después. Y por esta razón hoy todos, hermanos y hermanas, de cualquier confesión religiosa, rezamos a Dios. Quizás habrá alguien que dirá: «Pero esto es relativismo religioso y no se puede hacer. Pero cómo que no se puede hacer, ¿no podemos rezar al Padre de todos? Cada uno reza como sabe, cómo puede, según su propia cultura. No estamos rezando unos contra otros, esta tradición religiosa contra esta, ¡no! Todos estamos unidos como seres humanos, como hermanos, rezando a Dios, de acuerdo con la propia cultura, de acuerdo con la propia tradición, de acuerdo con las propias creencias, pero hermanos y rezando a Dios, esto es lo importante: hermanos, ayunando, pidiendo perdón a Dios por nuestros pecados, para que el Señor tenga misericordia de nosotros, para que el Señor nos perdone, para que el Señor detenga esta pandemia. Hoy es un día de hermandad, mirando al único Padre, hermanos y paternidad. Día de oración.»
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de mayo de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezaré por las personas que sienten un llamado de Dios para que puedan escuchar su voz y responderle con amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.