Lunes 21 de enero de 2019 – Amor a la ley o ley del amor.
H. Pedro Cadena, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias porque te hiciste un bebé pequeño e indefenso, para que yo confíe en Ti y te ame con ternura. María, madre mía y madre de Jesús, acompáñame en este tiempo de intimidad con el Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22
En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?”
Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? Mientras está con ellos el esposo, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el esposo les será quitado y entonces sí ayunarán.
Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge y rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los odres, se perdería el vino y se echarían a perder los odres. A vino nuevo, odres nuevos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este pasaje, más que decirnos cuándo ayunar y cuándo no, Jesús nos enseña a pasar del amor a la ley a la ley del amor. Esto lo hace en tres pasos: primero, nos da la alegría de vivir amando con Él. Luego, esa alegría nos renueva el corazón. Finalmente, con ese amor nos enseña a cargar la cruz a su lado. El primer paso es la alegría de vivir amando con Jesús. El Maestro vino a revelarnos que Dios es amor (1 Jn 4,8), y que este Dios-Amor es Padre y nos ama con una ternura infinita (Lc 15, 11-32). Por eso, ahora la ley de Dios se resume en un mandamiento nuevo: «ámense unos a otros como yo los he amado.» (Jn 13, 34-36) Ya no es un «no hagas esto, porque te harás daño,» sino un «ama, para que seas feliz, tú y tus hermanos.» De esta nueva ley, esta nueva manera de vivir la vida con y por Jesús, surge naturalmente el segundo paso: renovar nuestro corazón. Su amor es el vino nuevo, que renueva y llena nuestro corazón de felicidad aun en medio del sufrimiento, pues sacia la sed más profunda de nuestro corazón: amar y ser amados. Lo principal, entonces, no es ayunar o no ayunar, sino amar como Jesús nos ha amado: viviendo para «servir y dar su vida como rescate por muchos». (Mt 20, 25-28) Pero ¿qué quiere decir Jesús con «dar la vida por muchos»? Nada menos que el tercer paso para pasar del amor a la ley a la ley del amor: su muerte en la cruz. En nuestro pasaje Jesús habla del momento en que «se les arrebatará el novio, y entonces ayunarán.» Llegará el momento de sufrir, como en toda vida humana. Pero ahora, vemos el sufrimiento como Jesús lo ve: una oportunidad de ofrecerse al Padre por nosotros: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. (Jn 15,13). Hoy Cristo nos invita a dejar atrás nuestro vino viejo, el vino infantil de cumplir reglas para recibir una recompensa. Hemos de pasar a saborear el vino fuerte y renovador de su amor crucificado. Amor redentor. Amor en serio. Amor que no acaba en la cruz, pues mirad: ¡La tumba está vacía! Por la cruz se va a la luz. A la luz eterna, a la felicidad plena de resucitar con Jesús y ver que costó, pero fuimos plenos al vivir según su nueva ley. Entonces nos alegraremos de que, gracias al sufrimiento vivido con Él, nosotros y muchos de nuestros hermanos gozaremos para siempre en la casa del Padre.
Señor, gracias por invitarme a vivir con un corazón nuevo. Yo no puedo cambiarme. ¡Transfórmame Tú! Dame un corazón inflamado de amor, como el tuyo. Que te ame a Ti y a mis hermanos como Tú nos has amado. María, que le enseñaste a Jesús a amar, forma también mi corazón, para que sea como el suyo. Ayúdame a seguir tus huellas y perseverar en este camino de rosas y espinas. Guíame por la cruz hacia la luz eterna. Amén.
«Aquí está el valor de referir a la memoria la ley: no la ley fría, la que simplemente parece jurídica. Más bien, la ley del amor, la ley que el Señor ha insertado en nuestros corazones. En este sentido, hay que preguntarse si soy fiel a la ley, recuerdo la ley, ¿repito la ley? Porque a veces los cristianos, incluso los consagrados, tenemos dificultades para repetir los mandamientos: “Sí, sí, los recuerdo”, pero luego, en un momento dado, me equivoco, no recuerdo. Por lo tanto, memoria de la ley, la ley del amor, pero que es concreta.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de junio de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús, gracias por llamarme a conocerte y amarte, a ser tu amigo. Tú conoces mi corazón, conoces mis deseos profundos y mis miedos escondidos. Quiero darme una oportunidad, Señor. Llévame a tu casa, la Iglesia, y déjame experimentar tu amor en los sacramentos, en tu Palabra, en la comunidad. Libérame de todo lo que me impide acercarme a ti. Rompe mis cadenas, cura mis heridas, y sáname con el bálsamo de tu misericordia, quiero vivir la ley del amor. Transfórmame en un valiente apóstol de tu misericordia, que viva en la alegría de saberme hijo siempre amado del Padre. María, Virgen que te dejaste conquistar por el Señor y fuiste fiel a Él hasta el final, ruega por nosotros.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de estar alegre en todo momento sabiendo que Dios me ama.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.