Lunes 27 de junio de 2022 – «Acompañarte a la otra orilla»

Pablo Vidal, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Espíritu Santo, ven a mi corazón, ilumina mi mente y mi voluntad para poder y querer escucharte. Te dedico este tiempo de mi día porque creo en ti, espero en ti y te amo sobre todas las cosas. Dame la gracia de encontrarme contigo, con el Padre y con Jesús durante este momento de oración, para poder creer más, esperar más y amarlos más.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 18-22

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un letrado y le dijo: «Maestro, te seguiré a donde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, así como el letrado y el discípulo del Evangelio, hoy yo también estoy frente a ti. Me pongo entre la gente que te rodeaba para verte, para oírte, para conocerte. Pero de repente, escucho, como lo escucharon ellos, que te vas, que vas a cambiar de orilla. ¿Qué significa esto para mí? Tal vez que, hay algo que me preocupa mucho últimamente y siento en que en esa situación Tú y yo estamos en orillas distintas: no me parece que puedas tocar esta parte de mi vida. Tal vez que, después de este momento de oración, voy a continuar con las cosas “normales” de mi día y me parece que Tú y yo vamos a estar en orillas distintas: no siento que puedas estar conmigo todo el tiempo. Tal vez es otra cosa que me hace pensar que te vas a separar de mí.

Y entonces me viene espontáneo decirte como aquel letrado: «Maestro, te seguiré a donde vayas»; Maestro, no quiero dejarte, te acompaño. Y tu respuesta es una invitación. Tú siempre estás a mi lado y quieres que vaya contigo a todas las orillas del lago de la vida, pero me invitas a hacerlo sin dar tanta importancia a las preocupaciones que ellas puedan alejarme de ti. Tú no tienes claro dónde vas a reclinar la cabeza hoy, pero eso no te separa de mí. Ayúdame a aprender a ser como Tú.

O puede ser que más bien quiera responderte: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre»; Señor, déjame terminar con mis tareas “normales”, déjame acabar mis encargos, déjame tener todo controlado, mi vida solucionada y entonces sí vamos juntos a la otra orilla. Y, de nuevo, me haces una invitación. Esta vez a dejar estas cosas de “muertos” y a seguirte a ti, a llevarte conmigo todo el día en mi corazón, sin importar lo que pase. Señor, ayúdame a acompañarte hoy a la otra orilla sin preocupaciones y sin ataduras.

«La Iglesia para seguir a Jesús es itinerante, actúa con prontitud, deprisa y decidida. El valor de estas tres condiciones puestas por Jesús ―itinerancia, prontitud y decisión― no radica en una serie de “noes” a las cosas buenas e importantes de la vida. El acento, más bien, hay que ponerlo en el objetivo principal: ¡convertirse en discípulo de Cristo! Una elección libre y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de Dios, y no un modo de promoverse a sí mismo. ¡Esto es triste! Ay de los que piensan seguir a Jesús para promoverse, es decir, para hacer carrera, para sentirse importantes o adquirir un puesto de prestigio. Jesús nos quiere apasionados de él y del Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidados. Precisamente como vivió Él». (S.S. Francisco, Ángelus del 30 de junio de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a poner una imagen de Jesús en algún lugar de mi casa o trabajo para verlo durante el día y pedirle brevemente: “Quédate conmigo”.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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