niño

Lunes 27 de septiembre de 2021 – Ser como niños

San Vicente de Paúl, presbítero

H. Pablo Vidal, LC

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre, vengo a ponerme en tu presencia; ayúdame a encontrarte hoy en las palabras de Jesús. Espíritu Santo, ayúdame a leer estas palabras que Jesús dice a sus apóstoles y a comprender que también me las dice a mí; dame la gracia de escucharlo hablarme al corazón.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 46-50

Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.

Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de hoy vemos a los apóstoles discutiendo sobre un tema que muchas veces puede también ocuparnos a nosotros: quién es el más grande, quién es el más importante. Tal vez muchas veces nos preguntamos: ¿esto que hago es lo mejor que podría hacer?, ¿en mi oración estoy siendo lo máximo, el mejor?, ¿soy el más entregado en el darme a los demás?, ¿en mi amor a Dios estoy dando absolutamente todo? En resúmen, ¿soy yo, con mis fuerzas, el más grande, el más importante?

Sin embargo hoy, Jesús, quieres que escuche lo mismo que dijiste a los apóstoles: «En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ese es el más grande». Ayúdame a ser más como niño en mi interior. Pero no como un niño descuidado, caprichoso o que no se interesa por nada, sino como un niño pequeño en brazos de su madre que sabe que todo le viene de ella y que no necesita a nadie más que a ella. Dame la gracia de ser como un niño en tus brazos Jesús, en los brazos de María y en los de José. De saberme el niño preferido de la Sagrada Familia, que no necesita ser el más grande, el mejor, el más entregado, el que más ama, porque sé que eso no me viene de mí mismo, sino que me viene de ti.

Ayúdame a entender también con esa actitud tu respuesta a Juan. Porque, si soy como niño en mi interior, si tengo la confianza en que todo me viene de ti y que mi esfuerzo vale la pena porque está presente tu gracia, entonces entenderé que todo lo que me hable de ti es bueno, que todo lo que me recuerde a ti me ayuda. Dame la gracia de ser hoy como un niño en tus brazos.

 

«Esta ansiedad de mundanidad, esta ansiedad de ser más importante que los demás y decir: «¡No! Yo merezco esto, no lo merece el otro». Ésta es la mundanidad, éste es el espíritu del mundo y quien respira este espíritu, respira la enemistad de Dios. Jesús, en otro pasaje, dice a los discípulos: «O estáis conmigo o estáis contra mí. No hay compromisos en el Evangelio. Y cuando uno quiere vivir el Evangelio haciendo compromisos, al final se encuentra con el espíritu mundano, que siempre trata de hacer compromisos para trepar más, para dominar, para ser más grande. El más grande de la Iglesia es el que se hace servidor de todos, aquel que sirve a todos, no el que tiene más títulos. Y para hacer entender esto, tomó un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo con ternura -porque Jesús hablaba con ternura, tenía tanta – les dijo: » El que recibe a uno de estos pequeños, me recibe a mí”, es decir, el que acoge al más humilde, al más servidor. Éste es el camino. Contra el espíritu del mundo hay sólo un camino: la humildad. Servir a los demás, elegir el último lugar, no trepar» (Homilía de S.S. Francisco, 25 de febrero de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Voy a dedicar un momento del día a ponerme en la presencia de Dios y a leer el Salmo 131 con calma, repitiéndolo varias veces hasta que resuene en mi corazón y pidiendo la gracia de ser más como niño.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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