autoridqad el amor es infinito

Lunes 3 de diciembre de 2018 – La brújula que debe orientarte: el amor.

San Francisco Javier, presbítero

H. César Yali Molina Flores, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme la humildad para reconocerte aun cuando estoy bajo la autoridad de otro.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico y sufre mucho”. Él le contestó: “Voy a curarlo”.

Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’ y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio del día te invita a reconocer la grandeza de Dios ante tu realidad. Es interesante ver cómo en este coloquio el centurión llama Señor (latín: Domine; Griego: κύριε – Kyrie) a Jesús y le pide por su hijo (vulgata Clementina: puer meus) y, a pesar de recibir la respuesta de Jesús de que irá a su casa para sanarlo, reconoce su pequeñez e indignidad. En la cultura romana. y también en la judía. la jerarquía se respetaba, fuese ésta política-económica o por edad; por eso dice:  No soy digno y añade: yo que soy subalterno (estoy bajo la autoridad de otro) tengo siervos al que digo ve y va al otro viene y llega. Con estas palabras le dice a Jesús que Él lo puede todo, basta con que lo mande; en cierto sentido reconoce la divinidad, su divinidad, razón por la que Jesús dice que no ha encontrado una fe como la de él.
Jesús a ti te dice que irá a tu casa, que quiere entrar a tu corazón aunque seas el más pequeño o que no ostentes cargos de relevancia, pero debes de reconocer que hay otros que pueden ser personas con más autoridad que tú,  como tus papás o superiores en tu centro de trabajo, incluso las autoridades de tu país – legítimamente electas, no designadas mediante fraude o a la fuerza – y si tú eres quien posee autoridad como el centurión, sal al encuentro de quien te necesita y otórgale aquello que está en tus manos dar.
Recuerda que todos estamos bajo el mandato del Amor. El Amor es infinito y debemos amar, ésta es la brújula que debe orientarte, pues Jesús sale al encuentro de quienes le necesitamos porque nos -te- ama, y el centurión salió en busca de Jesús porque también amaba a su hijo.
Que san José y la santísima Virgen María te guíen por el camino del amor, para que te reconozcas amado y aprendas a amar, Dios te bendiga.

«Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Precisamente pensando en el valor salvador de esa Sangre, san Ambrosio exclama: “Yo que peco siempre, debo siempre disponer de la medicina”. En esta fe, también nosotros queremos la mirada al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y lo invocamos: “oh, Señor, no soy digno de que entres en mi casa: pero una palabra bastará para sanarme”. Esto lo decimos en cada Misa.»
(Audiencia, S.S. Francisco, 21 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy estaré atento para descubrir las necesidades de alguna persona y haré lo que se necesario para ayudarla.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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