Lunes 3 de febrero de 2020 – El encuentro redentor con Cristo.
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, cúrame de mis heridas, mis enfermedades y todo aquello que me aleje de Ti; ayúdame a reconocerme pecador y necesitado de tu gracia para poder vivir en carne propia tu amor y comunicarlo a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “Cómo te llamas?”. Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El endemoniado, después de haber tenido una experiencia fuerte de la misericordia de Dios, se siente impulsado por el Espíritu Santo a seguir a Cristo más de cerca; podríamos decir como sacerdote, consagrado o monja pero, para su sorpresa y la nuestra, Él le dice que le tiene otra misión en la que puede compartir las maravillas que Dios ha hecho en su vida; él mismo, con su vida, ya es un ejemplo de lo que Dios puede hacer con un alma que se deja tocar por Él. Después de haber experimentado la misericordia de Dios, se convierte en testigo de este amor divino y discípulo del Señor en sus circunstancias ordinarias como su vida en familia, el trabajo, con la gente y sus amigos que trata todos los días.
Así es como el Señor quiere tocar nuestra vida hoy porque no hay pecador sin futuro ni santo sin pasado; lo que tenemos que hacer es dejarnos tocar por su gracia, que es un amor inmensamente tierno, porque Él es nuestro padre y nosotros, sus hijos queridos. Es difícil porque la acción de su perdón implica reconocer nuestras debilidades y pecados y, también, un morir a nosotros mismos porque, con el perdón de Dios, una parte de nosotros muere y nos convertimos en personas renovadas que se preocupan por comunicar a los demás las maravillas de Dios que nos ha salvado, nos convertimos en apóstoles de la misericordia de Dios para que otros, también, puedan experimentar el amor de Dios y se extienda, así, su gracia entre los hombres.
«Es importante no pensar en el tema “Vete a tu casa» como una simple invitación a volver. No penséis en la “casa” como algo cerrado y limitado. Por el contrario, todo camino dado por el Señor es siempre un andar misionero para contar “lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti”. No olvidéis que seguís siendo una minoría entre vuestra gente. Todavía hay una mayoría que tiene el derecho y está esperando escuchar el anuncio del Evangelio. El mandato de Cristo, por lo tanto, sigue siendo urgente hoy para vosotros. Ahora os toca a vosotros construir una Iglesia-casa joven y alegre, llena de vida y de fraternidad. ¡Qué mediante vuestro testimonio los mensajes salvíficos de Dios lleguen al corazón de vuestros vecinos y compatriotas! ¡Siempre el testimonio nunca el proselitismo! “¿Cómo llevar a cabo esta tarea?” ― podríais preguntarme. Os propongo estas tres características para vuestro testimonio en este tiempo: honradez, responsabilidad y optimismo. Las tres van acompañadas del discernimiento.»
(Video mensaje a los jóvenes de S.S. Francisco, noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ir a confesión, si lo necesito, e invitar a alguien más reflexionar sobre la misericordia de Dios y el sacramento de la reconciliación.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.