Lunes 4 de mayo de 2020 – El Buen Pastor, ¿está presente en mí?
Felipe y Santiago, apóstoles
H. Pedro Cadena, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias porque estás aquí para mí. Gracias porque en las buenas y en las malas no me dejas. Gracias porque Tú cargas conmigo el peso de cada día. Gracias porque eres mi pastor, y nada me faltará. María, ven a acompañarnos en este momento de oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida pos sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo el poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Imagina un campo. Un pastizal se extiende a través de bajas colinas hasta fundirse con el horizonte. Los últimos rayos de sol tiñen las nubes de amarillo y naranja. Una brisa cálida te trae un olor… no tan agradable. Entonces las ves: frente a ti hay un rebaño de ovejas. Algunas pacen, otras están echadas, tranquilas. Alguien llama tu nombre. Volteas. Jesús está cerca, sentado bajo un árbol. Te señala con la mano un lugar a su lado. ¿Vas con Él? ¿O no vas? ¿Por qué? Puedes hablar de esto con Él.
Si fuiste, ahora estás a su lado. Escucha su voz: Yo soy el buen pastor… Escucha sus palabras en el Evangelio de hoy. ¿Que sientes al oírlo? ¿Quieres hablar con Él de esto? ¿Qué le quieres decir? Tal vez nada, y sólo quieres quedarte en su presencia…
«“El buen pastor da su vida por las ovejas”. Esta autopresentación de Jesús no puede ser reducida a una sugestión emotiva, sin ningún efecto concreto. Jesús sana siendo un pastor que da vida. Dando su vida por nosotros. Jesús le dice a cada uno: “tu vida es tan valiosa para mí, que para salvarla yo doy todo de mí mismo”. Es precisamente esta ofrenda de vida lo que lo hace el buen Pastor por excelencia, el que sana, el que nos permite vivir una vida bella y fructífera. La segunda parte de la misma página evangélica nos dice en qué condiciones Jesús puede sanarnos y puede hacer nuestra vida bella y fecunda: “Yo soy el buen pastor, —dice Jesús— conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco al Padre”. Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos conocer por Él. No cerrándonos en nosotros mismos, abrirse al Señor, para que Él me conozca. Él está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas. Pero nos acepta tal como somos, nos conduce con amor, porque de su mano podemos atravesar incluso caminos inescrutables sin perder el rumbo. Nos acompaña Él. A nuestra vez, nosotros estamos llamados a conocer a Jesús. Esto implica buscar un encuentro con Él, que despierte el deseo de seguirlo abandonando las actitudes autorreferenciales para emprender nuevos senderos, indicados por Cristo mismo y abiertos a vastos horizontes.»
(Homilía de S.S. Francisco, 22 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús, gracias por este tiempo contigo. Hoy algo pasó en mi interior, ¿qué fue? Tú sabes cómo me siento, sabes si estoy en paz o no. Dame tu paz, Jesús. Tú conoces mis deseos, y sabes qué rechazo. Dame lo que quiero en el fondo de mi corazón. Ayúdame a acogerte hoy en mi vida. Dame tu Espíritu Santo. Quiero que hoy seas en mí el buen pastor de mis hermanos. María, hazme un poco más como Jesús.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a decir a cada miembro de mi familia algo que aprecio de ellos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.