Lunes 9 de marzo de 2020 – La generosidad y el amor que surgen de Dios.
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Que pueda experimentar tu amor más profundamente en mi vida, Señor, para que en esta Cuaresma me proponga amarte más al aprender a amar más a mis hermanos.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Una actitud generosa siempre tiene recompensa. Alguien que presta sus cosas y tiempo, aunque en el preciso momento no se le pague de vuelta, seguramente a los ojos de Dios gana mucho. Es como alguien que está siempre disponible para quien lo necesite. Ayuda lo más rápido posible, está siempre en el teléfono, porque en cualquier momento puede llegar una llamada o un mensaje de una persona con una necesidad o porque sólo necesita con quien hablar. Está persona seguramente se ganará una gran recompensa y la amistad de mucha gente.
Otro aspecto del que habla este Evangelio es la confesión. El ejemplo de Dios que nos ha perdonado de todos nuestros pecados, los que hemos cometido y los que cometeremos. De aquí debe surgir nuestra actitud de perdón para los demás. La experiencia de la misericordia de Dios en nuestras vidas es la experiencia de Cristo, que está presente, nos escucha y realmente nos habla y nos dice que no nos preocupemos, que todo va a estar bien. Este es el primer paso de nuestra experiencia de Dios: sentirlo cerca y poder hablar con Él. Él nos llena todas nuestras grandes aspiraciones y deseos. Descubrimos que todo lo que queremos conocer se encuentra en Dios, todo lo que deseamos más profundamente está en Él, todo lo bueno que nuestro corazón quiere es Dios, la máxima bondad.
«Es necesario hablar la misma lengua de Jesús, la del amor, la lengua del tú. No habla la lengua de Jesús quien dice yo, sino quien sale del propio yo. Y, sin embargo, cuántas veces, aun al hacer el bien, reina la hipocresía del yo: hago lo correcto, pero para ser considerado bueno; doy, pero para recibir a cambio; ayudo, pero para atraer la amistad de esa persona importante. De este modo habla la lengua del yo. La Palabra de Dios, en cambio, impulsa a un “amor no fingido”, a dar al que no tiene para devolvernos, a servir sin buscar recompensas y contracambios. Entonces podemos preguntarnos: ¿Ayudo a alguien de quien no podré recibir? Yo, cristiano, ¿tengo al menos un pobre como amigo?
Los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano. Nos recuerdan que el Evangelio se vive así, como mendigos que tienden hacia Dios.»
(Papa Francisco, homilía 17 de noviembre de 2019)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acercarme al sacramento de la reconciliación, si lo necesito. Compartir con alguien más mi experiencia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.