El que ama a Dios

Martes 10 de noviembre de 2020 – La gratuidad del amor.

San León Magno, Papa y doctor de la Iglesia

H. Santiago Garcia Huerdo, L,C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, pongo en tus manos mi corazón. Te doy gracias por todos los dones que inmerecidamente tengo y te pido perdón porque, en ocasiones, no los uso bien. Me abandono a tu voluntad, confiando en que me sostendrás todo el tiempo hasta que me llames a tu santísima presencia. 

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú?’. ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?

Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

No tengo registro en mi mente de haber escuchado ningún día, de mi madre o de mi padre, alguna especie de balance o conteo por todas las cosas que hacían por mí (y eran muchas). Y no lo hacían, no porque no tuvieran qué decir, sino porque todo lo que hacían por mí y por mis hermanos, lo hacían por amor. Hay que recordar que una característica esencial del amor es que es gratuito. Por tanto, no lleva cuentas. Quien da con amor, quien hace lo que le toca con amor, no lo echa en cara.

Y de eso trata el Evangelio de hoy. El Señor nos pide que no olvidemos que cuando hagamos algo, lo hagamos gratuitamente, lo hagamos con amor. Porque si algo que se supone que hago con amor gratuito, no me debiera ser recompensado o agradecido, cuánto menos lo que corresponde hacer por obligación, como los siervos del Evangelio.

A propósito del día de hoy, basta recordar lo que decía san León Magno al respecto: «El que ama a Dios se contenta con agradarlo porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor.» En este sentido, la recompensa a mi entrega gratuita es Dios mismo y mi intención debiera ser, agradarlo.

Concluiría preguntándome, ¿con cuánta generosidad me estoy entregando a los demás? ¿Mi amor, es verdaderamente gratuito?

 

 

«El cristianismo ha desterrado del vínculo con Dios cualquier relación “feudal”. En el patrimonio de nuestra fe no hay expresiones como “sometimiento”, “esclavitud” o “vasallaje”, sino palabras como “alianza”, “amistad”, “promesa”, «comunión», “cercanía”. En su largo discurso de despedida a los discípulos, Jesús dice así: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”. Pero este es un cheque en blanco: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concedo”. Dios es el amigo, el aliado, el esposo. En la oración podemos establecer una relación de confianza con Él, tanto que en el “Padre Nuestro” Jesús nos ha enseñado a hacerle una serie de peticiones.»

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de mayo de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Señor, el día de hoy buscaré hacer mis actividades cotidianas buscando agradarte y haciéndolas sin esperar recibir nada a cambio, más que el consuelo de saber que eso te agrada. Amén

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

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