Martes 10 de septiembre de 2019 – Llamados a ser Iglesia.
H. Jorge Alberto Leaños García, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, amigo, Cristo Jesús, hoy me pongo en tu presencia, sólo para estar junto a Ti y sólo para escucharte. Dame la gracia de tener un auténtico encuentro contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 12-19
Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando Cristo proyecta su misión en el mundo no lo hace solo. No quiere cumplirla por sí mismo, sino que nos quiere hacer partícipes. Éste es el llamado que Él nos hace; un llamado que no solo es personal, sino que también es una invitación universal a ser parte de una familia.
Cuando Cristo pronunció nuestro nombre, escuchamos que nos llamaba y, poco después, empezamos a descubrir que no solo se había pronunciado nuestro nombre. Cristo a llamado y sigue llamando a su Iglesia para que siga creciendo. Así, el Reino de Cristo se va extendiendo por medio de sus miembros. En la misión de transmitir el Reino, no estamos solos. Siempre habrá personas que comparten el deseo de regalar el tesoro que hemos encontrado.
Es de esta forma como compartimos la misión, pues todos formamos parte de la Iglesia cuya cabeza es Cristo. Es por esto por lo que somos católicos cristianos, pues el transmitir nuestra fe no se reduce a una experiencia personal, también transmitimos toda una historia de salvación en la que tantas personas han entrado y en la que tantas personas están por entrar. Transmitimos la misma fe que los apóstoles encontraron en Cristo. Él llama a su Iglesia a través del nombre de cada bautizado, desde que llamó a Simón hasta este día, hasta este preciso momento.
Aun ahora, Cristo intercede por todos los que Él sigue llamando. Es Él la cabeza que nos guía. Es Él la barca de toda la Iglesia; en medio de todas las tempestades lleva a toda la Iglesia a un puerto seguro. Es Él el rey que da el primer paso en la batalla contra el mundo, el demonio y el pecado. Es Él el pastor que me llama por mi nombre y que nos llama por cada uno de nuestro nombre.
Somos parte de la Iglesia. Somos parte del rebaño de Cristo. Con Él a nuestra derecha ¿qué podremos temer?
«La tercera palabra es misión. Se nos llama a ser Iglesia en salida, en misión. Una Iglesia misionera, no encerrada en nuestras comodidades y esquemas, sino que salga al encuentro del otro. Iglesia samaritana, misericordiosa, en actitud de diálogo, de escucha. Jesús nos convoca, nos envía y nos acompaña para acercarnos a todos los hombres y mujeres de hoy.»
(Ideomensaje de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy leeré algo que me ayude a conocer la riqueza que hay en la Iglesia Católica.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.