Martes 17 de septiembre de 2019 – El Señor sufre con nosotros.
H. Edison Valencia LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre, dame el don de siempre sentirme acompañado por Ti, de manera especial en los momentos donde tengo más dificultad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre.
Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: “Joven, yo te lo mando: Levántate”. Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.
La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A muchos de nosotros se nos ha muerto un ser querido, uno que se ha ido ya para encontrarse con el Padre celestial en la ciudad eterna. Quiero tomar de este Evangelio una frase, incluso más que una frase es un sentimiento de Jesús que se refleja en este pasaje: «al Señor le dio lástima». Cristo al ver a esta mujer que sufría por la muerte de su hijo, que muy probablemente era lo único que le quedaba en la tierra, pues el Evangelio nos dice que era viuda, siente lástima. El corazón de Cristo se llenó de tristeza al ver que esta mujer había perdido a su hijo único. No es descabellado pensar que en ese momento puedo tener la prefiguración de lo que se sería su muerte y de como su Madre sufriría al ver que lo había «perdido».
No podemos olvidar que el Corazón de nuestro Señor sufre cuando el nuestro sufre también, bien sea en una enfermedad, en las dificultades del hogar, del trabajo o del estudio. Incluso en la muerte de un ser querido, cuando pensamos que nadie puede comprender nuestro dolor, nos equivocamos porque si hay alguien, y ese alguien es Jesús, que siempre está con nosotros en los momentos buenos y malos, en las alegrías y en los sufrimientos, Él siempre estará con nosotros en cada momento.
«Jesús se acercó. La compasión lo empujó a acercarse. Acercarse es una señal de compasión. Yo puedo ver tantas cosas, pero no acercarme. Igual siento un dolor… pero, pobre gente… A mí me gusta pensar que “el Señor, cuando decía esto a aquella mujer, la acariciaba; Él tocó a la mujer y tocó el ataúd. Es necesario, acercarse y tocar la realidad. Tocar. No mirarla desde lejos. Jesús no dice: “Hasta pronto, yo continúo el camino”, sino toma al chico y ¿qué dice? “lo devolvió a su madre”. He aquí la tercera palabra clave: restituir. Jesús hace milagros para restituir, para poner en el lugar preciso a las personas. Y es eso lo que ha hecho con la redención. Dios tuvo compasión, se acercó a nosotros en su hijo y nos restituyó a todos en la dignidad de hijos de Dios. Nos ha recreado a todos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de septiembre de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a poner la dificultad que esté pasando hoy en manos de Dios nuestro Señor para que la lleve a su corazón y asi pueda alentar mi carga.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.