Martes 2 de junio de 2020 – Triunfa la sabiduría de Dios…
H. José David Parra Gómez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, ilumina mis ojos para contemplar el rostro de Cristo; dirige mis pasos para seguir el camino que Tú me indicas; dame tu fuerza y sabiduría para glorificar al Padre y llegar al fin de este día habiendo extendido un poco más tu Reino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17
En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes, para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César? ¿Se lo damos o no se lo damos?”.
Jesús, notando su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea”. Se la trajeron y él les preguntó: “¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?”. Le contestaron: “Del César”. Entonces les respondió Jesús: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Los fariseos y partidarios de Herodes se presentan ante Jesús tendiéndole una trampa; le plantean una pregunta cuyas dos aparentes respuestas acarrearían consigo enormes consecuencias. Creían poner a Jesús entre la espada y la pared; Él tenía que contestar: tomar el partido de su pueblo o el partido de los romanos.
Jesús veía su doble intención: le alababan con palabras que no brotaban del interior, sino que nacían de la hipocresía de su corazón. ¡Se habían puesto de acuerdo para poner a prueba a Dios! Pero Él conocía sus corazones, no le eran desconocidas sus intenciones.
Muchas veces somos nosotros los que queremos poner a prueba a Dios, nos falta fe, tememos confiar en un Dios que habla en el silencio y se manifiesta en la cotidianidad; nos cuesta percibir su amor y hacer su voluntad; queremos el camino fácil, preferimos con facilidad la comodidad y mediocridad al arduo camino de la santidad. Que nuestro obrar no desdiga las plegarias de nuestro corazón, ni contradiga las promesas hechas al Señor.
Deja que Cristo sea el que responda las dudas de tu corazón, «pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios.» (I Corintios, 3, 19)
«La referencia a la imagen de César, incisa en la moneda, dice que es justo sentirse ciudadanos del Estado de pleno título —con derechos y deberes—; pero simbólicamente hace pensar en otra imagen que está impresa en cada hombre: la imagen de Dios. Él es el Señor de todo y nosotros, que hemos sido creados “a su imagen” le pertenecemos ante todo a Él. Jesús planteó, a partir de la pregunta hecha por los fariseos, una interrogación más radical y vital para cada uno de nosotros, una interrogación que podemos hacernos: ¿a quién pertenezco yo? ¿A la familia, a la ciudad, a los amigos, a la escuela, al trabajo, a la política, al Estado? Sí, claro. Pero, antes que nada —nos recuerda Jesús— tú perteneces a Dios. Esta es la pertenencia fundamental. Es Él quien te ha dado todo lo que eres y tienes. Y, por lo tanto, nuestra vida, día a día, podemos y debemos vivirla en el reconocimiento de nuestra pertenencia fundamental y en el reconocimiento de corazón hacia nuestro Padre, que crea a cada uno de nosotros de forma singular, irrepetible, pero siempre según la imagen de su Hijo amado, Jesús. Es un misterio admirable. El cristiano está llamado a comprometerse concretamente con las realidades humanas y sociales sin contraponer “Dios” y “César”; contraponer a Dios y al César sería una actitud fundamentalista.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 22 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
En este día voy a dedicar 10 minutos de oración personal pidiendo al Espíritu Santo que purifique mi alma de toda hipocresía y me convierta, así, en un dócil instrumento en sus manos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.